LA HIJA DEL TERRORISTA
netrantes. No podía darse una criada más
fidelidad,
ción, todo lo reunía.
perfecta: inteligencia, discre-
-—Minna -— la preguntó Magdalena, —
¿has visto al caballero que estaba en casa
del señor La Croix con la Princesa ?
—$1, mi fraulem,
—¿Le habías visto anteriormente ?
—¿Yo? No, nunca.
—Escúchame: me sorprende que ese
señor, que debe ser amigo de la Prince-
sa, no haya venido nunca por aqui. “Tú
sueles ver á las personas que vienen á visi-
tar 4 la Princesa, ¿no es verdad ?
—S$í, fraulein. Si usted me lo permite,
diré algo que había callado no sabiendo si
podía... interesarle.
—Has de saber, Minna, que no conozco
muy á fondc á esa señora rusa y que la
voy estudiando. Esto te lo digo, confiando
en tu discreción. Aquel hombre desco-
nocido me desconcierta. (Quiero saber si
hay probabilidades de que venga aquí á
verla; me disgustaría examinarle de cer-
ca. Vigila lo que puedas y dime si le ves;
¿me entiendes ?
—Si, fraulein, ya comprendo que no
quisiera usted verle en el salón de la se-
nora Princesa. Pero debo advertirla que
aquel caballero no vino al hotel; sin duda
alguna se dieron cita en otra parte. Si us-
ted me da permiso... he servido á algunas
señoras, he aprendido muchas cosas y he
tenido mis dudas acerca de la señora Prin-
cesa. Si usted me autoriza para hablar con
libertad...
—Prosigue, Minna.
—Usted ya sabe, fraulein, que la seño
ra Princesa recibe con frecuencia á una
persona, que no es otra que aquel joven
francés de ojos negros que viajó con nos-
otras en el vapor.
—¿El señor Savorín ?
—Justamente; no pasa día que no ven-
ga. Está enamorado de la señora...
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—;¡ Cuidadito, Minna!
—Fraulein, lo sé por la camarera de la
señora Princesa.
—Está bien, Minna. Cuando veas en-
trar en el cuarto de la Princesa al señor
Savorín ó al otro caballero, no te olvides
de avisármelo inmediatamente.
Gracias 4 este encargo la princesa Or-
loff estuyo sometida á una nueva vigilan-
cia personificada en Minna.
A la hora convenida, Sacha fué ú ver
á Magdalena. Dióla expresivas gracias
porque había tenido la amabilidad de ir á
visitar 4 Moina, al paso que manifestaba
su sentimiento al verse alejada de ella por
prejuicios de casta.
Magdalena comió sola y volvió en segui-
da ¿ sus habitaciones, donde encontró á
Minna que la estaba esperando con im:
paciencia.
el
ahora con la señora Princesa.
—F'raulein, señorito francés está
Magdalena reflexionó un momento y
dijo:
—Ve al cuarto de la Princesa y, des-
pués de saludarla de mi parte, pregín-
tala si está libre esta tarde, en cuyo caso
tendré el gusto de ir á hacerle un rato de
compañía.
Minna cumplió el encargo y volvió al ca-
bo de pocos minutos.
-—La señora Princesa me ha dicho que
la dispense porque va á salir.
Y la muchacha añadió en tono más 2n0n-
fidencial :
—Fraulein, entré, como de costumbre, en
la antesala, cuya puerta no estaba cerrada.
Al punto de entrar oí la voz de la señora,
que se hallaba detrás de la cortina yne me
separaba de la sala. Estaba hablando con
el señor Savorín, que seguramente se des-
pedía de ella.—Dígale usted que ya iré—
decía, —pero esto no es prudente que se
repita. No quiero más riesgos. Iré maña-
na á las diez, yo sola; ¿está muy lejos ?—