Full text: La hija del terrorista

LA HIJA DEL 
—Con el objeto de depurar su respon- 
sabilidad. 
—¿Admite usted haber sido deposita- 
rio de sus confidencias? 
—Yo no admito nada. Responda us- 
ted: Miles La Croix, ¿ha sido acusado? 
—Miles La Croix es nuestro jefe. 
—Quizá con estas palabras quiere us- 
ted que infiera que de él emana la orden 
de juzgarme. 
—Miles La Croix deja ciertas materias 
A nuestra entera discreción, como, por 
ejemplo, esta clase de investigaciones. 
Desde que habita usted su casa, tres 
asuntos diferentes, combinados aqui y 0o- 
nocidos solamente de Miles La Croix, pero 
de nadie más en esta casa, han sido redu- 
cidos á la nada, Es imposible que una 
persona no residente bajo este techo los 
haya desbaratado como se ha hecho, por- 
que algunas sentencias de muerte habían 
sido decretadas secretamente por el jefe 
del consejo y dos personas más que están 
por encima de toda sospecha. 
—Con las cuales, sin duda alguna, ten- 
go el gusto de estar hablando. Puesto que 
tienen ustedes el convencimiento de que 
conozco al dedillo esos tres asuntos, les 
ruego entren en algún detalle. 
—Voy é refrescar su memoria, Hará 
cosa de mes y medio, los molinos de cier- 
to individuo habían do ser destruidos por 
una explosión. El plan era perfecto, to- 
dos los cabos estaban bien atados, habia- 
se fijado la fecha. El propietario de di- 
hos molinos es uno de nuestros más en- 
sarnizados enemigos. La explosión le hu- 
biera desarmado. 
—Y, ¿no dió resultado la combinación ? 
—No, señor; cuando nuestros agentes 
se disponían 4 dar el golpe, toparon con 
una vigilancia inusitada : los edificios, los 
puentes, log caminos, toda estaba guar- 
LA HIJA.—12 
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dado. A la mañana siguiente, la prensa 
TERRORISTA 
publicó este suelto: 
«A BUEN ENTENDEDOR...—El propietario 
de los molinos de Golden Fleece informa 
4 las personas que la noche pasada pre- 
tendieron atacar gu propiedad, que sabe 
perfectamente quiénes son sus gnemigos, 
y tiene á bien avisarlas que, si no abando- 
nan su intento, 81 mismo se administrará 
la justicia, dela cual nadie podrá escapar.» 
—Ast terminó nuestro primer negocio. 
Para llevar 4 buen término el segundo, la 
encomendamos á otras manos y Única- 
mente nuestro jefe supo cómo y cuándo 
se había de ejecutar. Nuestro plan era 
promover una huelga de empleados de 
una gram: corporación, para lograr lo cual 
hablamos de deshacernos de un mayor“ 
domo que era demasiado popular, ponien» 
do en gu lugar 4 un hombre afecto 4 nuesm 
tra causa, Mas, á pesar de todas nuestras 
precauciones, el hombre que nos estorbar 
ba fué ienviado á otra parte donde no por 
dían alcanzarle nuestros golpes, y nues- 
bra candidato fué expulsado en términos 
que no daban lugar á duda que nuestro 
complot había sido descubierto. Na para 
aquí la cosa, No hace quince días decidi- 
mos dar un golpe mortal al enemigo, para: 
que supiese que no se podía impunemen- 
to formar parte de ligas creadas con el fini 
exclusivo de aniquilarnos. Resolvimos des. 
truir el poder de dos hombres riquísimos 
que ocupan una elevada posición social, 
Con ello querfamos intimidar á otros que 
nos han declarado la guerra y emplean 
sus inmensos caudales para combatirnos., 
Como usted sabe, también este plan fra- 
casó; nuestras futuras víctimas fueron; 
avisadas y se pusieron á salvo. 
Fernando Makofski permanecía muy 
serio y como preocupado.
	        
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