Full text: La hija del terrorista

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LA HIJA DEL TERRORISTA 199 
—Yo puedo darla alguna luz: Crasháw 
ama el oro y dos ó tres fortunas han res- 
balado entre sus dedos. Crasháw, el rey 
del hierro en Inglaterra, como él mismo 
se apellida presuntuosamente, es, en rea- 
lidad, el hermano menor del verdadero rey 
del hierro. Rufo atentó año3 atrás contra 
la vida de su hermano para poder heredar 
su fortuna, pero sus planes fueron descu- 
biertos y burlados. Desde entonces Oras- 
háw el millonario defiende su vida pasán- 
dole 4 Rufo una anualidad de mil libras 
esterlinas, que cesará cuando el hermano 
mayor fallezca. Además, Rufo ha cobra- 
do del gobierno ruso importantes sumas, 
y actualmente viye de las cuotas mensua- 
les de los engañados obreros. Mas prevé 
un tiempo en que estos beneficios $e aca- 
barán y para entonces quisiera disponer de 
la fortuna de una rica heredera como Moi- 
na La Croix. 
Con estas palabras quedó terminada la 
entrevista de Dróxel con la Princesa. 
Cuando Dréxel llegó 4 su habitación, 
halló en el suelo una carta que le había 
sido echada por debajo de la puerta. 
La recogió y reconoció la escritura de 
Kénneth Hósmer. 
Escrita á la. una de la madrugada. 
«Querido amigo: 
»En cuanto te dejé, abandonó mi disfraz 
y cumpliendo tus instrucciones, me fuí al 
hotel donde reside Savorín. El chico ha te- 
nido un alegrón al verme y no ha tardado 
en decirme el por qué. El C. $. acababa 
de hacerle un encargo para Chicago. Tiene 
órdenes selladas y es portador de unos pa- 
quetitos, probablemente folletos y circula- 
res, que se han de repartir secretamente. 
Necesita un compañero de viaje que ha 
de ser precisamente un hermano. En se- 
guida me he ofrecido á acompañarle y 
saldremos en un tren de la mañana. Aho- 
ra ya sabes tanto como yo acerca de nues- 
tra excursión 4 Chicago: nada de disfra- 
ces ; nombres supuestos (yo me llamo Jai- 
me Párrish), órdenes selladas, reparto st- 
creto. Volveremos, me dice Savorín, «en 
cuanto esté cumplido el encargo. 
KEN 
»(Jaime Párrish.)» 
—;¡ Diantre !—exclamó Dréxel.—He de 
saber el verdadero significado de todo 
esto. 
Al punto se disfrazó, consultó un hora- 
rio de ferrocarriles y vió que en aquel mo- 
mento salía el primer tren para Chicago 
y que un segundo tren salía á las dos 
horas. 
—No habrán tenido tiempo de salir con 
el expreso y esperarán al siguiente—se di- 
jo, esperanzado. —Aun me queda tiempo 
para ver á Moina. 
Minna le abrió la puerta; oyó un ge- 
mido y Moina se abalanzó á su encuentro 
retorcióndose las manos, y diciéndole : 
—Usted sabe por qué medio pude averi- 
guar tanta cosa. Pues bien — prosiguió, 
cuando Dréxel le hizo un ademán de asen- 
timiento con la eabeza,—anoche Crasháw, 
Lugos y Passáuf estuvieron aquí y perma- 
necieron encerrados con papá mucho más 
de lo que acostumbran ; de vez en cuando 
levantaban la voz, lo cual me indicaba 
claramente que discutían alguna materia 
importante. Se fueron muy tarde y papá 
no se quiso acostar, sino que se quedó 
paseando por el comedor pronunciando pa- 
labras que no pude entender. Hace dos ó 
tres días que papá no está muy bien; no 
come nada, apenas duerme y tiene un po- 
quito de fiebre. Me inspiraba cuidado, pe- 
ro no me dejó hablar y sólo permitió que 
le llevase alguna bebida refrescante. No 
hubo medio de meterle en cama, como si 
su singular excitación no le dejase dormir 
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