Full text: La hija del terrorista

A a A e a 
sn quel 
a e mt A 
rr 
RS 
' 
| 
| 
| 
' 
| 
206 
-—Su presencia en aquel lugar no era 
casual. Seguramente estaba allí para dar 
cuenta á no sé quién de cuanta ocurriese, 
y por esto se ha venido tras de nosotros. 
—Tiene usted razón—«dijo Magdalena. 
-«—No pierda usted tiempo, doctor. 
Con todo, Vaughán no tenía todavía un 
plan determinado, excepto en lo que se 
refería al niño. 
Al darle la carta no había recelado na- 
da; pero no podía ya atribuir á una sen- 
LA HIJA DEL 
cilla coincidencia que el muchacho estu- 
viese en aquel preciso lugar, cerca de la 
puertia y al propia tiempo á cubierto de 
las miradas de los habitantes. de la casa. 
Era un espía; mas, ¿por qué intereses ve- 
laba? Lo que buscaba el doctor era una 
sontestación á esta pregunta. De todos mo- 
dos, era preciso tener una seguridad abso- 
luta de que el chico era un espía, y para 
cerciorarse de ello no había como vigilar 
aquellas inmediaciones hasta versi volvía. 
Pasó más de un cuarto de hora y enton- 
ces por dirección opuesta llegó un coche ; 
se detuvo y una persona entró en la casa. 
Vaughán vió al punto que era una mujer. 
Con. rapidez inaudita atravesó el arroyo 
y dió un furicso campanillazo, 
Margarita le abrió la puerta. 
—Buenas tardes, Margarita—la dijo.— 
Soy un amigo de la señorita Payne que 
me ha enviado aquí. 
Y recordando que llevaba en la cartera 
una tarjeta de Magdalena, tomada frau- 
dulentamente de la mesa del salón de 
Oliva Girard, se apresuró á sacarla y á 
entregársela á Margarita juntamente con 
una tarjeta propia. 
Su sonrisa, el nombre de Magdalena y 
las dos tarjetas produjeron al punto el 
efecto apetecido. Margarita le hiza entrar 
y en el vestíbulo vió Vaughán á una mu- 
jer que parecia esperar con impaciencia, 
y no era obra que la que había entrado 
momentos antes. 
TERRORISTA 
De pronto, ésta se adelantó un poco 
y exclamó : 
—¡ Gracias á Dios! ¿Es usted el doctor 
Vaughán? Soy Minna, la antigua cama- 
rera de la señorita Magdalena. 
—¡ Minna! ¡ Vaya una suerte! La seño- 
rita Magdalena está muy inquieta por- 
que no sabe nada de la señorita Moina. 
—¡Cómo! ¿No' está aquí? 
No—gritó Margarita, dando rienda 
suelta á los celos que sentía de Minna.— 
¡No está aquí! ¿Así es como cuidas de mi 
señorita? 
Minna la miró sin ningún resentimiento. 
—Margarita—dijo,—no pierdas la sere- 
nidad. ¿Dónde está el capitán? Tengo 
precisión. de verle. 
El doctor intervino, diciendo : 
—Mucha me temo, Minna, que ha ocu- 
rrido algo grave. Estoy enterada por la, 
señorita Magdalena y por el capitán de tu 
situación. No hace dos semanas saliste de 
aquí acomvañando ¿4 la señorita Moina. 
¿Te has separado de ella desde entonces ? 
—Puesto que está usted al corriente do 
todo—dice Minna, hablando rápidamen- 
te, —ya sabe ustied que no debía perder 
de vista á la señorita y así lo hice. Esta 
noche tuve que; salir para algún recada; 
me dieron una lista de cosas aus debía 
comprar para alivio del señor La Croix, 
que está realmente enfermo. El señor 
Lugos fué quien me dió órdenes, no sin 
consultar 4 la señorita, que me dijo hi- 
ciege cuanto fuese necesario para curar á 
su padre. Salí, y entre unas cosas y otras, 
estuve cerca de dos horas fuera de casa. 
Al volver no hallé 4 nadie en ella y sola- 
mente: encontré esta nota, 
Minna enseñó 4 Vaughán una hoja de 
papel, que decía así: 
«El señor La Croix y su hija han tenido 
tal precisión de salir, que no les ha sido 
posible esperar su regreso. Quédese us-
	        
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.