Full text: La hija del terrorista

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fácil le fué 4 Passáúuf enterarse por el 
LA HIJA DEL 
portero de la casa, quién estaba arriba en 
aquel momento. 
Sabiendo que no había: alll más que 
Minna y otra chica que la hacia compa- 
nía, Passáuf subió, y diciendo que iba á 
buscar algunas cosas para el señor La 
Croix y que ya sabía dónde hallarlas, pasó 
por delante de la chica que estaba en la 
entrada misma sin siquiera mirarla y se 
entró de rondón en el dormitorio de La 
Croix, cerrando la puerta á las narices do 
Minna que intentaba seguirle, 
Casi simultáneamente, la chica de la 
entrada, con increíble rapidez, se quitó el 
vestido de color azul obscuro que llevaba 
encima de una blusa semejante á las usa- 
das por las enfermeras de los hospitales, y 
cogiendo de un rincón obscuro un sombre- 
ro, un chal y un saquito de mano, salió si- 
lenciosamente, sin decir una palabra á 
Minna que estaba de guardia junto á la 
puerta que Passáuf cerró, 
Transcurrieron unos veinte minutos an- 
tes de que éste saliese, y lo hizo con las 
manos vacías. Al bajar á la calle y alejarse 
con paso rápido, no observó á un mozal- 
bete harapiento que andaba con un paque- 
te bajo el brazo, ni á la enfermera que es- 
taba entretenida delante de una tienda. 
Anduvo unas dos manzanas y se acercó 
á un hombre parado en la acera como quien 
espera un tranvía. 
Cuando el muchacho del paquete pasó 
cerca de Magdalena, ésta le dijo sin volver 
la cabeza : 
—Biga usted al más bajo de los dos. 
Pero los dos hombres no se separaron 
en seguida, sino que se echaron á andar 
juntos discutiendo acaloradamente. Por fin 
se detuvieron un momento y cada cual se 
fuó por un lado. Magdalena siguió á Cras- 
háw la más cerca que pudo diciéndose que 
sin duda la llevaría al lugar donde estaba 
recluida. Moina La Croix, 
TERRORISTA 
ll paseo de Crasháw duró más de una 
hora. Por fin llegó á la embocadura de una 
calle muy corta, que parecia no tener sali. 
da, compuesta á uno y otro lado de casú- 
chas de aspecto miserable. Interrumpió un 
momento su marcha y miró en torno suyo; 
afortunadamente no podía ver 4 Magdale- 
na que se había parapetado detrás de dos 
señoras muy gordas, 
Orasháw se metió por aquella calle y; 
Magdalena no dejó de seguirle. Antes de 
volvió 4 
pararse y 4 mirar 4 su alrededor. Esta vez 
llegar 4 la extremidad opuesta, 
Magdalena andaba sola por en medio de lw 
acera; sin perder su serenidad, siguió an- 
dando adelante poniendo en evidencia su 
saquito de mano, 
Crasháw no esperó á que pasase, sino 
que dando media vuelta se entró por un 
pasaje. 
Magdalena hizo lo mismo; su corazón 
latía con violencia. Escondida entre edi- 
ficios construidos recientemente, había una 
casita muy vieja á la que faltaba un ala, 
derribada para dejar lugar 4 las nuevas 
construcciones. Crasháw desapareció tras 
de una valla que la separaba del pasaje y 
Magdalena llegó allá precisamente á tiempo 
para ver que la puerta de la casa se abría 
y cerraba rápidamente, 
LXXVII 
MAGDALENA EN LA PLAZA 
Magdalena se quedó un momento sin ga. 
ber qué hacer y miró en todas direcciones 
como si desease la llegada de alguien que la 
sacara del apuro. 
Al otro lado del pasaje había una casita 
con este letrero: Casa por alquilar, La
	        
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