Full text: La hija del terrorista

l 
' 
! 
H 
A A 
AR 
46 
cias por el interés que se toma usted por 
mi amiga. Me parece que ahora veo claro 
en este asunto y las explicaciones que le 
voy á dar las hallará usted satisfactorias. 
Refirióle su viaje, su encuentro con Moi- 
na La Croix á bordo del Caltope, los pro- 
gresos de su amistad con la chica, acaban- 
do su relación en estos términos : 
—Su padre es artista 6 imagino que so- 
brado extravagante. Creo que su vida tieno 
páginas tristísimas y que la muerte de su 
esposa, siendo Moina muy niña todavía, 
fué para él un golpe fatal. He averiguado 
después que Moina ha heredado de una tía 
materna una fortuna considerable y sóli- 
damente vinculada. Pero no le he hablado 
aún del espía y de su confederado. A bor- 
do del Caliope viajaba otro inglés, que nos 
fué presentado por el capitán á la señora 
Rálston, 4 Moina La Croix y á mí. Se lla- 
maba Orasháw y no pude simpatizar nunca 
con él. Observé que desde un principio se 
desarrolló en él una gran inclinación por 
Moina y que, cuando no hablaba con ella 
ó no formaba parte del grupo en que ella 
estaba, no dejaba un momento de vigilarla, 
más Ó menos de cerca y con mayor ó me- 
nor disimulo. También adiviné, aunque na- 
die me lo dijo, que 4 Moina la molestaban 
sus asiduidades. Crasháw trabó amistad con 
el padre y por este lado pareció ser más 
afortunado. Supongo que aquí les habrá 
seguido visitando y es fácil tenga á sus ór- 
denes una persona que sigue á Moina para 
que no la ocurra nada desagradable en las 
calles de Nueva York. Quizá fuera conve- 
niente avisar á mi amiga. ¿Cuál es la opi- 
nión de usted ? 
—La suplico que no lo haga. Represen- 
taría usted un papel de mótome en todo, 
como Orasháw. Si se trata solamente de un 
caso de celos, nada tenemos que ver con 
ello. No diga usted nada á su amiga, cuan- 
o menos por ahora. Con su permiso me 
LA HIJA DEL TERRORISTA 
voy, porque ya es tarde. ¿Puedo volver 
mañana ? 
—Siempre que usted guste. ¿A qué 
hora ? 
—A las once, si le parece bien. Me ol. 
vidaba: ¿cómo está nuestro amigo Lord? 
No le he vuelto 4 ver desde que comimos 
juntos en casa de Girard, y como poste- 
riormente ha sido nombrado... 
—¿ Qué ?—preguntó Magdalena, con sú- 
bito interés, 
Acaso no debiera anticiparme á Lord ; 
pero supongo que su nombramiento de pre- 
sidente de la U. P. de R. no es un secre- 
to.—Su sonrisa era franca, pero Magdale- 
na se puso muy seria. 
—¿Es, pues, verdad que semejante so- 
ciedad existe? 
—$S1; no se llama «Unión Protectora del 
Rico», pero no le iría mal este título. Exis- 
te realmente una sociedad de este gónero, 
aunque quizá, por ahora, sus socios no sean 
muy numerosos. Algunos de nuestrog 
grandes comerciantes, fabricantes y ban- 
queros se han unido para proteger sus ne- 
gocios y su propiedad. Por cierto, que hu- 
bieran podido hacerlo años atrás y atajar 
el mal en sus orígenes. 
Cuando Magdalena se quedó sola, sentó- 
se en una butaca y se puso á meditar, re- 
velando su cara una gran agitación. 
Sabía que Elías Lord se exaltaba y per- 
día los estribos cuando discutía sobre so- 
cialismo, huelgas, sociedades de resisten- 
cia, etc. ; y algo había oído acerca de una 
proyectada organización del capital en de- 
fensa propia. Creía que los procedimientos 
de esta unión de nuevo aspecto habían de 
ser puramente defensivos y sólo en caso 
extremo ofensivos ; había oído discutir mús 
de una vez sus ventajas y sus inconye- 
nientes. El capital social debía ser muy 
fuerte para poder defender eficazmente 4 
los miembros de la sociedad.
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.