pm.
a
PA A 2
o
OA TRI O
E
PP — e A PQ — A A
50 LA HIJA DEL TERRORISTA
La Princesa retrocedió un paso y una
palidez mortal cubrió su rostro.
—He olvidado un detalle. Pocos meses
después de la desaparición de Basilio, re-
y J ,
cibí cuatro palabras escritas de su puño y
letra, según me pareció. La carta procedía
de América.
—Y, ¿qué decía?
—Se despedía para siempre.
—¿ Tiene usted ese papel?
—No me atreví á conservarlo, lira es-
posa del principe Orloff, y éste hubiera
visto en aquel escrito la confirmación de
sus odiosas sospechas, en el caso desgra-
ciado de caer en sus manos. No me atrevi
4 conservarlo, porque estaba rodeada de
espías.
—Recuerda usted, sin duda, la fecha de
la carta.
—No tenía fecha. Parecía escrita desde
hacía tiempo y el papel había sido mano-
seado. El sobre estaba mucho mejor con-
servado.
—¡Ah! Y el sobre... ¿lo destruyó usted
también ?
—Lo conservé, le diré 4 usted cómo. Lo
entregué á la madre de Basilio, rogándola
me lo guardase. Así lo hizo, sin dirigirme
una sola pregunta,
—¿ Reconoció la escritura ?
—No. O la letra no era de Basilio, ó la
había disfrazado muy bien.
—¿ Puede usted enseñarme ese sobre?
—$1, cuando sea el momento oportuno.
—¿Pudo usted descifrar el matasellos de
correos ?
—No.
—¿COuándo recibió usted esa carta?
—En noviembre último.
—¿Cuánto tiempo después de la desapa-
rición de Basilio?
—Más de un año. después.
—Moe ha dicho usted que el principe
Orloff la comunicó que el desgraciado jo-
ven habia sido trasladado 4 otra parte.
¿Cree usted que el Principe tuvo algo quo
ver con el traslado?
—¡Cómo! ¿Lo he dicho?
—No lo ha dicho usted categóricamente,
pero harto lo ha dado á entender.
—No afirmaré tal cosa. El principe Or-
loff fué mi marido.
—¿ Tiene usted alguna sospecha? ¿ha
formado usted alguna teoría ?
—Yo me contento con sospechar; us-
ted es quien debe formar sus teorías.
— Perfectamente. Ya se hará usted car-
go que, si tomo este caso por mi cuenta, se-
rá preciso que me entere usted de todo de
un modo mucho más detallado y circuns-
tancial. Si algo me oculta usted por un
escrúpulo de cualquier clase, me veré for-
zado á emprender un viaje 4 Rusia.
—¿A Rusia? Pero su misión se limita
á América.
—Ya hablaremos sobre el particular, Df-
game usted, ¿por qué busca un detective
que no sea socialista ?
—Si hubiese usted nacido en Rusia, no
haría semejante pregunta. Los socialis-
tas de acá y nuestros nihilistas son muy
parecidos, según mi modo de ver, y éstos
no escasean sus esfuerzos para ayudar al
éxito de aquéllos. Un nihilista no es dueño
de sí mismo y pudiera abandonar mis
asuntos para consagrarse á los de su par-
tido. Yo quiero un hombre que no se deba
á nada ni á nadie. No interprete usted tor-
cidamente mis palabras. El pueblo ruso
oprimido merece toda mi simpatía, por
más que yo sea hija de uno de sus opreso-
res y viuda de otro de los mismos. Pero,
creo que ya me comprenderá usted. En
cuanto á darle más amplia información, es-
toy dispuesta 4 comunicarle cuanto pueda
serle útil, cuando decida usted formalmente
prestarme su cooperación.
——Nada he resuelto aún, ni creo poder
resolver nada de momento, Tengo otros
asuntos entre manos y quisiera ponerlos en
o