Full text: La hija del terrorista

2 in 
DONAR ZTBA ASA 
A 
b 
E 
74 
más poderosa que existe sobre la haz de 
la tierra. ¿Por qué? Porque después de 
haber sido avisado, ha seguido adelante 
con la suya haciendo caso omiso de la :1d- 
vertencia. Su nombre está apuntado en la 
lista negra de una asociación temible que 
tiene agentes y emisarios en todas partes. 
En un principio, cuando leí las dos cartas, 
abrigué la esperanza de que no estaría de 
por medio ese gran enemigo. Crei que Lord 
había disgustado con su conducta á alguna 
sociedad de este pais, ó que quizá algunos 
de sus trabajadores despedidos de sus fá- 
bricas ó sencillamente descontentos querían 
intimidarle. Llegué á creer que el explosivo 
había hecho más daño del que se pretendía 
causar. Pero ahora ya sé quiénes son nues- 
tros enemgios y tengo el deber de decirla 
que son peligrosos y fuertes. ¡Ojalá no la 
hubiese enredado en este asunto! 
-—¿ Qué oigo? ¿Enredarme en este asun- 
to? ¿Acaso no le debo el haber salido de la 
incertidumbre en que me hallaba? Ahora 
puedo contar con Hurst y sé lo que esto 
vale. 
-—Más le yaliera no contar con él. Mag- 
dalena, la ruego que deje correr en absolu- 
to este asunto; ya mé encargaré de él, yo 
solo. 
-—¿Por qué ? ¿Se ha convencido usted do 
mi inutilidad? ¿Soy para usted una ré- 
mora ? 
—No, no diga usted tales disparates. 
En lo que pienso es en la vida de usted. 
A la menor sospecha de que trabajamos 
unidos para desbaratar sus planes, una nu- 
Be de espías nos rodeará. Si se llega á des- 
cubrir que Dréxel y Hurst son una sola 
persona, usted correrá un grave peligro 
por ser amiga del primero. La tratarán á 
usted sin vompasión ; no quieren en su ca- 
mino ningún obstáculo. Por supuesto que 
Lord no ha de saber nada de esto por 
ahora. Ni es necesario que sepa que usted 
ya no me secunda. Déjelo usted todo en 
LA HIJA DEL TERRORISTA 
mis manos y póngase á salvo. La confieso 
que estoy alarmado. Quisiera verla á us- 
ted lejos de estas cuatro paredes. 
—Dréxel, ¿dónde quiere usted que vaya? 
En el tono con que pronunció estas pa- 
labras y en su mirada, noló Dréxel cierta 
sarcasmo; pero no hizo caso de ello, ni 
podía hacerlo en el estado de ánimo en 
que se hallaba. 
—No lo sé 
te momento nombrar un lugar donde se 
hallase usted segura. Si... si el peligro que 
temo. .. 
—¿Usted siente temor? ¡Qué vergúen- 
za! 
contestó.—No sabria en es. 
Dréxel se acercó á Magdalena y cogió 
sus manos con fuerza. 
—Magdalena, temo por usted. Si hu- 
biese imaginado que los enemigos de Lord 
son lo que son, no hubiera permitido ja- 
más que usted se aliase conmigo y á toda 
costa la hubiera ocultado la verdad del caso. 
—¿De veras? ¿Lis usted omnipotente? 
No creo yo que el mismo Hurst lo sea. 
—Hurst está acostumbrado á todos los 
riesgos—dijo Dréxel secamente.—Pero me 
parece que harto hemos hablado. 
—Lo mismo creo. Siéntese usted, Dré- 
xel, y permita que le diga cuatro pala- 
bras. Me parece que no nos comprende- 
moO$. 
Ahora — prosiguió, — adivino por qué 
Lord me confesó un secreto tan importan- 
te. Al principio me pareció algo raro, pero 
ahora entiendo que el puñal y la visita 
nocturna le habían causado más impresión 
que los anónimos que me enseñó. Estos 
quizá aumentáron su inquietud, pero ellos 
solos tal vez no le hubieran impulsado 4 
confiarme algo. 
—Quizá tenga usted razón. 
—£8i los dos anónimos hubiesen sido la 
vausa única de su desazón, ésta no hubiera 
durado mucho ; todo lo más los hubiera en- 
señado á la policía, 
q. 
scrirciabi 
dar dicta 
E 
dr 
o E 
illii 
tu cd rita ic A ii
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.