Full text: La hija del terrorista

] 
e] 
il 
o 
4 
LA HIJA DEL TERRORISTA 83 
moso cesto; más ¿l, muy sofocado, no 
quiso contestar una sola palabra y les dejó 
bruscamente en la callo, yéndose no hacia 
su casa, sino en dirección opuesta. Ninguno 
de sus compañeros intentó seguirle, no pu- 
diendo averiguar adónde iba. 
»Oreo inútil añadir que haré cuanto esté 
de mi parte para hallar al muchacho. Des- 
apareció al salir de mi tienda, si es cierto 
que haya desaparecido. He dado cuenta de 
ello 4 la policía; le tendré á usted al co- 
rriente de lo que resulte. 
»De usted atenta servidora, etc. 
»R. M. Jones, florista.» 
XXXV 
EL DETECTIVE FOTOGRAFO 
A la media hora de haber leido la carta 
de la florista, Dréxel saludaba á su amigo 
el jefe superior de la policía. 
—Capitán, ¿quiere usted prestarme otro 
hombre? Un niño ha desaparecido de su 
casa, ó se dice que ha desaparecido, desde 
ayer, Su madre es una pobre trabajadora. 
No só por qué huelo aquí á gato encerrado. 
Quizá resulte que el chico anda oculto y su 
madre no lo ignora. Necesito un hombre 
que sea bastante listo para discernir si 
realmente el chico ha desaparecido ó no. 
—-¿Por qué no se encarga usted perso- 
nalmente de este asunto? . 
—En primer lugar porque es otro el pa- 
pel que he de representar, y en segundo lu- 
Sar porque, si mis sospechas tienen funda- 
mento, es casi seguro que la casa estará 
vigilada de cerca. Es natural que un poli- 
zonte Visite una casa donde se ha perdido 
un niño, pero nadie ha de saber que no es 
la policía la que lleva adelante las pesqui- 
sas. 
El capitán tocó un timbre y dió unx 
orden. 
—Bates está aquí —dijo;—es el hombre 
más indicado para lo que usted desea. 
—Tenemos tiempo de hablar por el ca- 
mino—dijo Dréxel.—Con un par de buenos 
caballos necesitamos, por lo menos, unos 
veinte minutos para llegar á la Krupp 
Street. 
Bates cumplió su cometido á las mil ma- 
ravillas. Tenía un aspecto respetable, bon- 
dadoso, casi paternal, y Dréxel no tardó en 
descubrir que no tenía pelo de tonto. 
Antes de entrar en la Krupp Street, Ba- 
tes bajó del coche y Dréxel dió orden á su 
cochero de andar al paso hasta la esquina 
y pararse á cierta distancia de la puerta 
por la cual se metiese el polizonte, pero al 
otro lado del arroyo. 
—Cuando salga—añadió Dréxel, —segui- 
remos andando y le esperaremos en la car 
llo siguiente, después de doblar la esquina. 
Transcurridos unos veinte minutos, el 
coche siguió adelante, lo cual probaba que 
Bates había salido de la casa. 
—¿Qué ha sacado usted de su visita ? 
—Ante todo que es cierto que el niño 
ha desaparecido de su casa. Su madre es 
una éxcelente mujer y está muy afligida. 
La ausencia de su hijo la volverá loca. Hay 
mucha miseria en la casa. 
—No me sorprende lo que usted me dice. 
¿Qué ha sabido usted de los amigos del 
niño? 
—Poca cosa. La buena mujer apenas re- 
cordaba el nombre de los chicos que traba- 
jan ex la que ella llama fábrica de flores. 
Dice que Frank trabaja como un negro 
para que le quede tiempo de trabar otras 
amistades ; no sabe de nadie que tenga in- 
terós en alejarle de su casa. No anda nunca 
con malas compañías, ni sale de casa por 
la noche. Se le ha acostumbrado á no ro-
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.