LA HIJA
Olivia estaba sentada al lado de
la ventana vigilando los movimien-
tos de Juan el jardinero, cuando
Magdalena entró en la sala. Diri-
giéndose hacia Olivia, colocó brus-
camente la fotografía en sus ma-
nos preguntándole:
—¿Conoces ese rostro ?
Olivia Girard lanzó un grito.
—Magdalena, ¿de dónde has sa-
cado eso?
— -No te preocupes—repuso con
calma; —¿conoces á ese hombre?
—£Sl.
—¿Quién es?
—El hombre que envió á mi
marido á la cárcel: Percy.
Magdalena volvió á coger el re-
trato.
— ¿Estás segura?
—Lo juraría, á pesar de los cin-
co años transcurridos.
—Gracias, Olivia. Ten un poco
de paciencia ahora. Tengo que vol-
ver á mi cuarto. No me preguntes
nada. Cuando vuelva á bajar, te
explicaré de dónde he sacado este
retrato y por qué te he hecho esas
preguntas.
Magdalena se retiró á la sala, de-
jando á Olivia admirada é impa-
ciente.
Clara estaba sentada en la mis-
ma actitud en que la dejó al mar-
char.
—¿Qué?
los ojos:
—Lo ha reconocido inmediata-
mente. Dice que puede jurar que
preguntó levantando
DEL
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es el hombre que envió á su ma-
rido á la cárcel.
—Gracias, querida.
Clara tomó el ratrato de sus ma-
nos, y sin mirarlo se inclinó y lo
arrojó al fuego.
Magdalena se arrodilló al lado,
de la joven.
—¡Oh, Clara, Clara! Te he he-
cho muy desgraciada. Perdóname.
—¿De qué? Me has prestado un
señalado servicio. ¿Crees que el
amor de ese hombre me es nece-
sario ?
—Pero, Clara...
—Y o amaba un ideal, y ese ideal
miralo—dijo señalando la chime-
nea.—¿Piensas que voy á echar-
me á llorar por un poco de ceniza?
Hizo un gesto de indiferencia y
añadió:
DETECTIVE
—Ahora has excitado la curiosi-
dad de la pobre Olivia, y hay que
enterarla de ese desgraciado des-
cubrimiento... ¡Bah! — añadió,
dando con el pie en el suelo;—ha
padecido más mi orgullo que mi co-
razón.
—No hay necesidad de que tu
orgullo sufra más de lo debido,
Clara. Tú me has visto humillada
en el polvo, me ves aún vencida y
seguramente no te avergonzarás de
que la pobre Magdalena esté ente-
rada de que por tu vida ha pasado
una pequeña sombra. Contaré á
Olivia todo lo que sé de Eduardo
Percy, salvo lo que se refiere á ti.
De nada le aprovecharía saber que