Full text: La hija del detective

PP. 
Mi RN ci tia 
o 
LA HIJA DEL DETECTIVE 125 
do pesada para sus fuerzas, vendrá 
usted á pedirme auxilio. Mi herma- 
na no hará seguramente nada sin 
la sanción de su hermano. 
Ella bajó los ojos y dijo senci- 
Hamente: 
—Haré lo que usted desea. 
—Entonces, ¿me otorgará usted 
su confianza ? 
—Si. 
—¿Me contará usted todo lo que 
ha sucedido desde que se ausentó 
de esta casa? 
—51. 
—Y después de estar enterado 
de todo, ¿podré comunicarme con 
usted ? 
Ella le miró sorprendida. 
—O más claramente—continuó 
él; — ¿podré ir á Bellair y hablar 
con usted del asunto si lo conside- 
ro oportuno? 
—5Si usted lo desea, si—repuso 
sintiéndose feliz. 
No olvide que no pienso en- 
trometerme en nada; no iré, si us- 
ted no lo quiere, pero me gustará 
hacerlo y usted puede preparar 
nuestras entrevistas de la manera 
que crea conveniente, en la segu- 
ridad de que nada haré que pueda 
comprometerla 4 los ojos de las 
personas que la rodean. ¿Me per- 
mitirá usted que vaya? 
—Si—dijo ella con voz dulce, 
temblando bajo la presión de su 
mano. 
Entonces, no hablemos más 
do ya de, sus fuerzas demasiado, y 
si no toma el descanso necesario, 
volverá 4 caer enferma. ¿Qué se- 
ría entonces de nuestro pequeño 
detective? 
Olivia se adelantó, tendiendo 
las manos en ademán suplicante: 
-Debo pedirte perdón por mis 
palabras impremeditadas—dijo;—- 
Magdalena, ¿quieres perdonarme? 
—Naturalmente que Magdalena 
la perdonará—replicó Clarence-- 
y luego tendrá usted que perdonar- 
la á ella, á su vez, por haber dado 
una interpretación tan maliciosa á 
sus palabras. Después la enviaré á 
tomar el descanso que tanto nece- 
sita. 
—He estado abominable, Olivia 
—repuso la joven tan tranquila ya, 
que Clarence no pudo menos de 
reirse.—Eres demasiado buena. 
Creo... creo, Dios me perdone, que 
tenía ganas de reñir con ambos. 
¡Qué carácter el mio! 
— Indudablemente no deseaba 
usted otra cosa que reñiir.con nos- 
otros, y por éllo merece usted una 
penitencia—dijo Clarence levan- 
tándose y sonriendo.—No creeré 
en su arrepentimiento, señorita, 
hasta que sepa que se ha metido en 
cama y se ha bebido kasta la últi- 
ma gota del vino que enviaré á su 
cuarto. 
—Mezclado con algo bueno— 
sugirió Olivia. 
—Con algo muy bueno, cierta- 
de eso esta noche. Usted ha abusa- mente. ¿Está usted dispuesta á
	        
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