A
ta, dirigió una mirada á Percy y á
la solterona, y preguntó en voz
baja:
— «¿Dijo algo de mí?
Cora le miró sorprendida.
—-¿De ti? No, por cierto. ¿Qué
podía decir?
-—-Nada, pero podía haber dicho
algo que te hiciera suponer que sos-
pechaba de nosotros.
—No. ¿Qué puede sospechar?
Sólo desde anteayer nos conoce.
—¿Por qué crees que ha vuelto
aquí precisamente ahora?
—Es fácil de adivinar. Oyó de-
cir que Mr, Arthur estaba loco y
vino aquí á tomar posesión de lo
suyo.
Después de otra pausa, Cora
dijo:
—¿Sabe algo de nuevo el profe-
sor?
—No.
—FEntonces procuremos que no
se alarme. Podría perjudicarnos.
"Ahora no podemos huir, y no creo
»)
que tengamos nada que temer. Po-
demos perder el dinero. Esto es
todo.
Luciano miró á lo lejos los ver-
des campos de Oakley, y dando me-
dia vuelta salió del salón.
La pregunta que le preocupaba,
la pregunta que se hacia desde la
reaparición de la joven era: ¿por
qué ha vuelto Magdalena á Oak-
ley?
¿Era que verdaderamente había
variado de intención y quería ser
LA HrJa.—16
LA HIJA DEL DETECTIVE 225
dueña de lo suyo? ¿O era, quizás,
porque él estaba allí? Si él pudie-
ra convencerse de que la última ra-
zón era la verdadera, sabría cómo
obrar.
Ella estaba informada de los su-
cesos de Oakley. Debía, pues, de
haber sabido que el supuesto her-
mano de la señora Arthur, era Lu-
ciano Davlin. No podía ignorarlo.
¿No lo probó, acaso, á su llegada ?
Ni por un instante perdió el domi-
nio sobre sí misma. Si su presencia
no hubiese sido conocida, no hu-
biera podido evitar un movimiento
de sorpresa ó de emoción. Induda-
blemente estaba preparada para
aquel encuentro.
Poeo á poco iba poniendo las co-
sas en claro. Si ella vino á Oakley,
sabiendo que él estaba establecido
allírcomo uno de los miembros de
la familia, ella esperaba encontrar-
le. Luego no le temía. Quizás la
cosa comenzaba á parecerle proba-
ble, quizás vino sólo para encon-
trarle á él. Y siendo ella así, ¿venía
por amor... Ó por venganza?
Y si vino por venganza, ¿por qué
no descubrirle? Pero no, eso no lo
haría ella. ¿Qué mujer lo hubiera
hecho? Pero, cuando menos, hu-
biera podido presentarse á él en ac-
titud hostil.
Su vanidad masculina le llevaba
á una conclusión errónea. Una mu-
jer raras veces olvida su primer
amor. Ella no había olvidado su
amor por él. Y entonces... enton>