Full text: La hija del detective

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LA HOJA DEL DETECTIVE Qu 
dicado claramente el peligro. ¿Aca- 
so me toma usted por una impos- 
tora ? 
—No-—continuó la joven en el 
mismo tono tranquilo.—Algo aquí 
dentro—poniéndose la mano en el 
pecho—me dice que es usted sin- 
cera. Mi corazón me abandona y la 
duda me invade. No puedo agrade- 
cerle que lo haya usted destrozado. 
Hágame el favor de marcharse. 
Siempre con la misma afectada 
calma se dirigió 4 la ventana. 
Olivia Girard era la que estaba 
más agitada de las dos. 
—Dígame usted, por lo menos, 
que no se marchará con él. 
Magdalena se volvió brusca- 
mente. ; 
—No pienso sumarme al número 
de sus victimas—dijo secamente. 
Ambas se miraron en silencio un 
instante. 
—No soy la débil niña que usted 
supone. Permaneciendo aquí, no 
puede usted hacer más que perjudi- 
carme. Veré á Luciano Davlin y 
haré lo que deba hacer. 
Olivia vió.en aquel rostro que se 
trataba de un carácter testarudo 
hasta la muerte é insensible al mie- 
do. Sentía dejarla, pero compren- 
día que no podía hacer otra cosa. 
—¿Vendrá usted á mi lado más 
tarde ?—preguntó.—Usted no tiene 
aquí amigos y necesita uno ahora. 
Prométamelo usted y me marcho. 
—Gracias—repuso secamente,— 
sólo le prometo no acudir á nadie 
más; adiós. 
Volviéndose, se acercó de nuevo 
á la ventana sin mirar á Olivia. 
—Voy á dejar mi dirección en es- 
ta tarjeta—dijo Olivia.—Lo hizo 
así, y mirando á la joven con ojos 
llenos de lástima añadió:—No 
quiero aconsejarla que sea usted 
valiente; es preferible que sea pru- 
dente. Acuérdese que su vida vale 
más que el amor y la pérdida de tal 
hombre. No lo olvide usted y ven- 
ga usted pronto á mi lado, acordán- 
dose de que no está sola. 
Bajó de nuevo su velo, y dirigién- 
do una última mirada á la silencio- 
sa figura de la joven, salió de la ha- 
bitación cerrando la puerta tras 
ella, 
VII 
LUCHA POR ALGO MÁS QUE LA VIDA 
Es una suerte que la Providen- 
cia, al azotarnos con alguna de sus 
grandes calamidades lo haga con 
tal violencia que sólo veamos el 
golpe cuando experimentamos sus 
efectos. Cuando sentimos el dolor 
de la herida, el cerebro, debilitado, 
piensa sólo en la presente situación 
sin añadir nuevas torturas con la 
idea de las desgracias que pueden 
sobrevenitr. 
El estado de Magdalena después 
de la marcha de Olivia Girard 
constituía una demostración de es-
	        
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