Full text: La hija del detective

46 
Hacía ya treinta y cinco minu- 
tos que había salido el criado, trein- 
ta y cinco minutos... que eran ho- 
ras para ella. ¡Qué triste, qué des- 
esperante era esperar en aquellas 
condiciones! 
Cuarenta minutos. Se oyeron pa- 
sos en el corredor. Su corazón la- 
tía con fuerza. Era Enrique. 
—He tenido que esperar, pues 
había visita—dijo entregándole una 
carta. 
- Magdalena rompió el sobre apre- 
suradamente y leyó: 
«Miss Magdalena W. 
»Gracias por su confianza. La 
esperaré en el sitio y hora indica- 
dos. No falte usted. 
»Su afectísimo, 
»C. VAUGHAN». 
La joven lanzó un suspiro de sa- 
tisfacción. 
—Gracias, Enrique. Ahora me 
marcharé de aquí; prométame no 
decir nada á su amo. ¿Me lo pro- 
mete usted ? 
—51, señorita. ¿Necesita usted 
algo más? 
—651 desea usted ser mi amigo, si 
puedo confiar en usted, le pediré 
aún algo más. Pero debo pedirle 
que trabaje contra su amo. Me ha 
engañado cruelmente, y necesito un 
amigo como usted que quiera ser- 
virme. No quiero mandarle como 
un criado, sino rogarle como un 
compañero cuyo auxilio me ha de 
ser de gran valor. 
LA HIJA DEL DETECTIVE 
Enrique estaba ganado. 'Adelan- 
tándose exclamó: 
——-Mi amo me trata como si fuera 
un perro, y usted como si fuera un 
blanco y un caballero. Deseo ser su 
criado y puede contar con mi fide- 
lidad; digame usted lo que debo 
hacer. 
—Gracias, Enrique; tengo con- 
fianza en usted. Mañana al medio- 
día vaya usted al despacho del 
doctor Vaughan y él le dirá dónde 
puede encontrarme. Vaya usted 
adonde él le diga. Por ahora me se- 
rá usted más útil continuando aquí 
con su amo; después que me haya 
marchado procuraré recompensarle 
como se merece. 
—Estoy dispuesto á obedecerla 
en todo, señorita—dijo el negro, 
encantado.—Deseo servir donde se 
me trate amablemente, y tendré mu- 
cho gusto en ayudarla á usted. No 
faltaré mañana; no tema usted 
por mí. 
Ella se volvió y se puso el som- 
brero. El volvería pronto, sonrien- 
te, triunfante, pero no la encontra- 
ría allí. La admiraría, la buscaría 
por todas partes; pero, aunque lle- 
gara á encontrarla, no estaría sola, 
Se volvió hacia_el criado di- 
ciendo: 
—Ya estoy, Enrique. 
Abrió la puerta como si pasara 
una princesa; pero antes de que tu- 
viera tiempo de dar un paso, sus 
ojos quedaron fijos en el corredor. 
Allí, sonriente y altanero, estaba 
Luciano Davlin,
	        
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.