Full text: La hija del detective

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LA HIJA DEL DETECTIVE 
miento le pareció despertar de un 
pesado sueño. 
Su vida durante aquellas sema- 
nas había sido un continuado deli- 
rio, y al recobrar la razón sus tortu- 
ras fueron aún mayores. 
Durante su delirio, sus palabras 
revelaron parte de su historia á su 
enfermera. Agudos sufrimientos la 
torturaron; y la muerte, después de 
haber jugado largo tiempo con ella, 
fué alejándose tal vez porque no 
sabía inspirar espanto. 
¿En su lugar se presentó la vida, 
que no mereció de la joven la más 
pequeña sonrisa de bienvenida. 
Pero la vida se aferró á ella, tal vez 
por lo mismo que su presencia no 
era solicitada. ' 
A su lado se movían extrañas 
formas que murmuraban dulces pa- 
labras á su oído. De cuando en 
cuando, un ángel acercaba á sus se- 
cos labios una bebida reparadora. 
Finalmente, aquellas formas vagas 
adquirieron realidad tangible. 
El doctor Vaughan la había cui- 
dado con la solicitud de un herma- 
no, con la dulzura de una mujer y 
con la bondad de un ángel. 
Olivia Girard, abandonando to- 
das sus habituales ocupaciones, no 
la dejó ni un punto cuidándola 
tambiéncon una abnegación de que 
la joven no podía darse cuenta. 
Enrique mismo no pensaba más 
que en el restablecimiento de la jo- 
ven y no estuvo ni un momento 
tranquilo hasta que el médico la de- 
claró fuera de peligro, 
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¡Fuera de peligro! ¡Qué pala- 
bras tan mal aplicadas en aquella 
ocasión! 
El doctor, durante todos aque- 
llos días, había conservado el aire 
sereno del hombre acostumbrado á 
luchar con la muerte. Pero aquel 
día, reloj en mano, tomando el pui- 
so á la enferma, su voz adquirió el 
acento de las grandes solemnida- 
des cuando dijo: 
—¡El peligro ha pasado! 
La muerte, la muerte tranquila, 
la amiga de los que sufren y des- 
esperan, se batía en retirada con las 
manos vacías, mientras la vida con 
toda su cohorte de sufrimientos, 
amenazadora y terrible, volvía á su 
lado. 
¡Y decían que el peligro había 
pasado! ; 
Azotada por el viento de la ad- 
versidad, sola, abandonada en el 
mundo, corriendo hacia un destino 
desconocido y sombrío, sin el me- 
nor rayo de esperanza, la vida vol; 
vía á apoderarse de ella. 
¡Y el peligro había pasado! 
Abre los ojos, Magdalena Pay- 
ne; entreabre tus labios en acción 
de gracias al Todopoderoso; has 
vuelto á la vida. Vuelves al mundo 
donde el sol brilla y cae el rocío, 
donde las flores embalsaman el aire 
con su perfume y los pájaros ento- 
nan sus alegres cantos; donde el 
oro brilla, el amor sonríe y los co- 
razones laten con ansias de felici- 
dad. Pero todas estas bellezas están 
lejos de ti, desgraciada criatura...
	        
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