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LA HIJA DEL DETECTIVE 65
-—Es inútil —decía Magdalena
con firmeza.—He vivido solamente
para poder vengarme y este día ha
de llegar. Durante toda mi convale-
cencia no he pensado en otra cosa
que en la mejor manera de vengar ú
mi madre y de vengarme á mí mis-
ma. En la actualidad, la Providen-
cia ha reunido á los dos hombres
que son mis enemigos mortales y la
ocasión es oportuna, pues tal vez
me será posible hacer servir al uno
de arma contra el otro. Y ahora,
permíteme que te haga algunas pre-
guntas.
—Pregunta, pues.
—Siento tener que tocar un
asunto penoso, y te diré por qué.
Después que te marchaste, me fué
conocida la historia de tu desgracia.
En seguida averigiúé las causas y
deduje algunas conclusiones. ¿Me
permites que te las diga?
Olivia hizo una señal de asenti-
miento.
—Me has dicho—continuó Mag-
dalena con calma, como si discutie-
ra un negocio delicado,—que Lu-
ciano Davlin figuró como testigo
contra tu marido; que el herido
Percy declaró que reconocía al
hombre que le había dado el golpe.
¿No es asi?
Así es, en efecto.
Bueno. ¿Cuál fué la declara-
ción de Davlin?
-—Que vió á mi marido correr en
dirección al sitio en que se encontró
más tarde al herido y que llevaba el
Mismo sombrero y chaqueta de caza
LA HIJA,—b
que la víctima afirmó usaba su su-
puesto asesino.
—¡Oh!
Magdalena estuvo pensando
unos momentos con las cejas frun-
cidas.
—¿La chaqueta y el sombrero
pertenecían, realmente, á Mr. Gi-
rard ?
—Si; por la tarde, como hacía
mucho calor, se quitó dichas pren-
das y se durmió. Al despertarse,
oyó que le llamaban para cenar.
Era ya tarde cuando se acordó de
su chaqueta y de su sombrero, y sa-
1ió 4 buscarlo. Tuvo la desgracia de
llegar allí en el mismo instante en
que el hombre había sido herido, y
su ausencia en aquellos momentos
se convirtió en la acusación más
we contra él,
—¿Encontró sus efectos ?
Jncontrados por
gt:
—No; fueron
otros, pero no en el sitio en que los
dejó, sino más cerca del lugar del
crimen.
—¡Ah! ¿Y quién fué el primero
en descubrir al herido?
—Creo que fué Mr. Davlin.
Olivia aparecía más sorprendida
á cada pregunta.
—¿Por qué preguntas todo eso,
Magdalena ?—dijo.
La joven hizo un gesto de impa-
ciencia.
—Espera un poco —repuso.—Te
lo explicaré á su tiempo.
De nuevo preguntó:
—-¿Había algún motivo de odio
entre tu marido y Davlin?