Full text: La hija del detective

96 LA HIJA DEL 
temente fuertes para enviarte á pre- 
sidio por... 
-No digas eso, querida, no lo 
digas. Esas son palabras feas; y, 
después de todo, ¿no vamos ambos 
por un mismo camino? 
-—No—repuso colérica.—¿Crees 
que he aprendido tan poco durante 
ese tiempo que puedas llegar á su- 
gerirme que tienes algún poder so- 
bre mí? ¡Bah! Nuestra situación es 
muy distinta. Cuando me engañas- 
te casándote conmigo tenías ya otra 
esposa. Me encerraste en una quin- 
ta de los suburbios, suponiendo que 
viviría contenta como pájaro enjau- 
lado. No podías suponer que segui- 
ría tus pasos y que oiría de los pro- 
pios labios de tu primera mujer, 
que tenía derecho de prioridad so- 
bre ti. 
—Fué una candidez. No te creía 
capaz de ello—dijo Percy, fría- 
mente. 
—No. Y cuando te eché en cara 
tu perfidia, cuando te reconvine 
por tu infamia y me aquieté; des- 
pués cuando me dijiste que todas 
las pruebas de tu casamiento con la 
otra estaban en tus manos, ¿no adi- 
vinaste que fingía una falsa sumi- 
sión para apoderarme de las prue- 
bas de ambos casamientos y luego 
escapar ? 
—Y conseguiste burlar mi perse- 
cución durante diez años—añadió 
él enfáticamente.—No, amable da- 
ina, no lo adiviné. 
-—¡ Tus persecuciones! No fue- 
10n muy activas. 
DETECTIVE 
—Ciertamente, no lo fueron. La 
verdad es que tu belleza me arras- 
tró á aquel loco casamiento; pero 
ya estaba un tanto cansado de la 
rubia beldad y de su constante llo- 
riqueo; así es que no hice grandes 
esfuerzos para interesar á la poli- 
cía en su busca. 
—Ni de hacerlo me hubieras en- 
contrado. 
—¿De veras? ¿Por qué no? 
—Porque si ha de servirte de sa- 
tisfacción conocer ahora las cosas 
de aquellos tiempos, te diré que el 
mismo día de mi fuga me embar- 
qué para Europa. 
¡Cómo!—dijo muy admirado 
abriendo mucho los ojos. —Pues me 
alegro de que fueras tan lista. Pero 
si hubieras puesto á contribución la 
mitad+de esa energía latente en ti 
antes de marcharte, seguramente 
que no te hubiera dado nunca moti- 
vo fundado para huir de mi. 
Cora sonreía con aire de triunfo, 
pero no preguntó nada más. 
—Bueno, ¿y qué más? Verdade- 
ramente me interesa saber lo que ha 
sido de tu vida. 
—Siento no poder satisfacer tu 
curiosidad. Mi vida ha sido muy 
alegre... á juicio del mundo, y, en 
general, próspera. Esto me lleva al 
punto de partida. ¿Cómo puedes 
suponer que habiéndote dejado ha- 
ce diez años pór causas justificadí- 
simas, debo olvidar tarde Ú tem- 
prano á un hombre que es la bon- 
dad misma y que no deja de satis- 
facer ninguno de mis deseos?
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.