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108 JULIO VERNE
cincuenta libras por este: animal si nos llevara al sitio
adonde está Nicolás Palander.
Mateo Strux no hizo aprecio del modo cómo se hablaba
de su compátriota; lo importante para él, ante todo, era
encontrarle. Todos se dispusieron'a seguir las huellas del
perro, tan luego como éste hubiera asegurado su pista,
lo cual sucedió al poco rato, pues el animal, lanzando un
sonoro ladrido, saltó por encima de un jaral y se metió
por una tupida arboleda.
Los caballos no podían seguirle al través de aquel bos-
que inextricable, de suerte que el coronel Everest y sus
compañeros tuvieron que darle la vuelta, guiándose por
los ladridos lejanos del perro, y animados por una ligera
esperanza, pues era casi seguro que el animal estaba so-
bre la pista y, si no la perdía, pronto lograrían su objeto.
Entonces se presentaba otra cuestión. ¿ Hallarían a Ni-
colás Palander vivo o muerto ?
Eran las once de la mañana : por espacio de unos vein-
te minutos dejaron de percibirse los ladridos que servían
de guía a los exploradores. ¿Obedecía esto tal vez a la dis-
tancia o a. que el perro había perdido la pista? El bush-
man y sir Juan, que iban delante, se alarmaron de veras,
y no sabían ya qué dirección tomar, cuando resonaron
otra vez los ladridos a una media milla al Sudoeste, pero
fuera del bosque. La caravana espoleó vivamente a sus
«caballos, y se dirigieron hacia aquel. lado.
En pocos momentos llegaron a una porción de terreno
muy pantanoso;.oÍase distintamente el perro, pero no se
le veía; pues todo -estaba lleno de cañaverales de doce a
«quince pies: de altura.
Los jinetes.se apearon, y después de atar. sus caballos