AVENTURAS 115
—¡Cómo! ¿Indígenas ?
-—¡ Sí, indígenas de cuatro patas y melena negra, que
han devorado a uno de nuestros caballos !
En pocas palabras el coronel refirió a sus colegas el
viaje que habían hecho perfectamente hasta el pie de la
montaña, que sólo era accesible por un contrafuerte del
Suroeste. Y precisamente en el único desfiladero unos
leones tenían su kraal, según la expresión del foreloper.
En vano trató el coronel Everest de desalojar a tan for-
midables fieras, pues no estando suficientemente arma-
do, tuvo que batirse en retirada, después de perder un ca-
ballo, al que un magnífico león había desjarretado de un
tremendo zarpazo.
Semejante relación inflamó el ánimo de sir Juan Mu-
rray y del bushman. Aquella montaña de los leones po-
día considerarse como una estación por conquistar,
puesto que era absolutamente necesaria para la continua.
ción de los trabajos geodésicos. La ocasión de medirso
con los más temibles individuos de la raza felina, era de-
masiado bella para dejarla de aprovechar, y la expedi-
ción quedó inmediatamente organizada.
Todos los sabios europeos, sin exceptuar el pacífico
Palander, querían tomar parte en ella; pero era indispen-
sable que algunos se quedasen en el campamento, para la
graduación de los ángulos adyacentes a la base del nuevo
triángulo.
El coronel Everest, comprendiendo que su presencia
era necesaria para comprobar la operación, se resignó a
quedarse en compañía de los dos astrónomos rusos. Por
otro lado, no había motivo alguno que pudiera contener
a sir Juan Murray. El destacamento, destinado a forzar el
acceso de la montaña, se compuso de sir Juan Murray,