128 JULIO VERNE
lla espesura, iba a expirar en el lindero de la gigantesca
selva.
El coronel Everest preguntó al cazador qué bosque era,
aquél.
—Es la selva de Ravuma — contestó Mokunm,
—; Cuál es la anchura de Este a Oeste 1
—Cuarenta y cinco millas.
—;¡ Y su profundidad de Sur a Norte?
—Unas diez millas.
—¡ Y cómo atravesaremos esa espesa masa de árboles ?
—No la atravesaremos — contestó el cazador—, por-
que no hay sendero abierto. Sólo nos queda el recurso de
dar la vuelta a la selva por el Este o por el Oeste.
Cuando los jefes de la expedición oyeron las terminan-
tes contestaciones del bushman se quedaron muy perple-
jos. No era posible buscar puntos de mira én aquella sel-
va que ocupaba un terreno enteramente llano, y en cuan-
to a dar un rodeo, es decir, separarse veinte o veinticinco
millas a uno u otro lado del meridiano, equivalía a au-
mentar. sobremanera los trabajos geodésicos, y añadir,
quizás, unos diez triángulos auxiliares a la serie trigono-
métrica.
Presentábase, pues, una dificultad positiva, un obs-
táculo natural, y la cuestión era importante y difícil. Tan
luego como se plantó el campamento a la sombra de mag-
níficos grupos de árboles distantes media mia de la sel-
va, los astrónomos celebraron consejo para tomar una
determinación. Desechóse desde luego la cuestión de
triangular al través de aquella enorme masa de árboles,
por ser evidente que no se podría practicar en tales con-
diciones. Quedaba, pues, la proposición de dar la vuelta
al obstáculo, por la derecha o por la izquierda, ya que la
A E