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AVENTURAS z 143
mún hemos emprendido. Creo que semejante estado de
cosas debe atribuirse únicamente a la sensible circunstan-
cia de estar ambos al frente de la expedición. Esta situa-
ción creaba entre nosotros un antagonismo incesante,
pues en toda empresa no se necesita más que un jefe. ¿No
piensa usted lo mismo?
Mateo Strux inclinó la cabeza en señal de asentimiento.
Señor Strux — dijo entonces el coronel—, a conse-
cuencia de circunstancias recientes, esa situación penosa
para ambos va a cesar. Pero permítame declarar antes
que le profeso una verdadera estimación, la que merece
por el lugar que ocupa en el mundo científico. Le supli-
co, pues, que crea en el pesar que siento por todo lo ocu-
rrido entre nosotros.
Estas palabras fueron pronunciadas por el coronel Eve-
rest con gran dignidad y con una singular entereza. No
se traslucía humillación alguna en aquellas excusas vo-
luntarias, tan noblemente expresadas.
Ni Mateo Strux, ni sus colegas, sabían adónde quería
ir a parar el coronel Everest; no podían atinar el motivo
que le inducía a obrar así. Quizá el astrónomo ruso esta-
ba menos dispuesto a olvidar su resentimiento personal,
porque no tenía las mismas razones que su colega ; sin
embargo, dominó su antipatía y contestó con los siguien-
tes términos :
——Coronel, estimo como usted que nuestras rivalida-
des, cuyo origen no quiero recordar, no deben perjudicar
la obra científica de que estamos encargados. Yo también
le profeso el aprecio que merece su talento, y en cuanto
de mí dependa, haré de modo que mi personalidad des-
aparezca en nuestras relaciones. Pero ha hablado usted