AVENTURAS 177
un azote terrible para los campos, y ¡ Dios quiera que no
mos hagan mucho daño!
—¡ Pero — observó el coronel—, si no tenemos aquí ni
campos sembrados, ni praderas de nuestra propiedad!
¡Qué temor pueden despertar en nosotros esos insectos ?
—Ninguno, si no hacen más que pasar sobre nuestras
cabezas — replicó el bushman—; mucho, si caen en el
país que debemos atravesar. En este caso, no quedará una
hoja en los árboles, ni un tallo de hierba en las praderas,
y hay que tener presente, coronel, que si nuestro alimen-
to está asegurado, no sucede lo mismo con el de nuestros
caballos, bueyes y mulas. ¿Qué sería de ellos en esas pra-
deras devastadas ?
Los compañeros del bushman se quedaron silenciosos
unos momentos, observando la masa animada que crecía
a ojos vistas. El zumbido redoblaba, dominado por los gri-
tos de las águilas o de los halcones, que, dejándose caer
sobre la nube inagotable, devoraban los insectos a mi-
llares.
—¡ Te parece que caerán en esta comarca ?—preguntó
Emery a Mokum.
—Así lo temo — respondió el cazador—. El viento del
Norte las empuja directamente. Además, el sol se pone ;
la fresca brisa del crepúsculo entorpecerá sus alas y se
dejarán caer en los árboles, en los matorrales, en las pra-
deras, y entonces....
El bushman no acabó su frase : su predicción se estaba
cumpliendo. En un instante, la enorme nube que pasaba
por el cenit se abatió en el suelo, y ya no se vió más que
una masa hormigueante y obscura alrededor del campa-
mento y hasta los límites del horizonte. El lugar misino
del campamento quedó literalmente inundado.
AVENTURAS. —12