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180 JULIO VERNTI
predicciones del bushman se habían cumplido por comple-
to. No quedaba una hoja en los árboles, ni una brizna de 4
hierba en las praderas: todo estaba arrasado: el suelo
parecía amarillento y terroso; las peladas ramas no pre-
sentaban más que una silueta rala : era el invierno que
sucedía al verano con la rapidez de una transformación i
teatral; era el desierto, y no ya la región fértil y de riquí-
sima vegetación. ;
Podía aplicarse a aquellos voraces insectos el proverbio
oriental justificado aún por los hábitos de saqueo de los
osmanlis: «Por donde el turco ha pasado, no vuelve a
crecer la hierba». La hierba no crece más donde han caído
las langostas.
X VIT
EL DESIERTO
Desplegábase, en efecto, el desierto ante los viajeros,
y cuando después de haber medido, el 25 de diciembre,
otro arco del meridiano y terminado el triángulo cuadri-
gésimo octavo, llegaron el coronel Everest y sus compa-
ñeros al límite septentrional del karrú, no hallaron dite-
rencia alguna entre la región que dejaban y el nuevo país
árido y ardiente que iban a recorrer.
Los animales empleados en el servicio de la caravana
padecían mucho a causa de la carencia absoluta de pas-
tos. También faltaba el agua, porque las últimas gotas se
habían secado en las charcas. El terreno, compuesto de
arcilla y arena, era impropio para la vegetación.