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AVENTURAS 187
pero no descuidó ninguna de las precauciones habitua-
les, e hizo explorar las cercanías por algunos jinetes. A
derecha e izquierda había unos bosques que era prudente
registrar. Sin embargo, desde la caza de los oryx, no se
habían visto rastros de makololos, quienes habían renun-
ciado, al parecer, al espionaje de que había sido objeto la
caravana. Pero el desconfiado bushman quería estar en
guardia a fin de prevenirse contra cualquier sorpresa.
Mientras el cazador protegía así a los astrónomos, éstos
se ocupaban en construir el triángulo geodésico. Según
las comprobaciones hechas por Guillermo Emery, este
triángulo debía llevarles hasta muy cerca del paralelo vi-
gésimo, en el que terminaría el arco que habían venido a
medir en aquella porción del Africa. Con algunas opera-
ciones realizadas al otro lado del Ngami, el octavo trozo
de la línea meridiana quedaría obtenido. Una vez hecha
la comprobación de los cálculos por medio de una base
nueva, directamente medida sobre el terreno, la gran em-
presa quedaría terminada. Se comprende, pues, el ardi-
miento con que se sostendría el ánimo de los audaces as-
trónomos que estaban a punto de concluir su obra.
Y durante aquel tiempo, ¿qué habrían adelantado los
rusos por su parte ? Seis meses hacía que los individuos de
la comisión internacional se habían separado. ¿Dónde es-
tarían Mateo Strux, Nicolás Palander y Miguel Zorn?
¿Las fatigas los habrían mortificado tanto como a sus Co-
legas de Inglaterra? ¡¿Habrían sufrido también iguiules
calores y padecido de la falta de agua? No. Era posible
que en la marcha que ellos seguían y que se acercaba bas»
tante al itinerario de David Livingstone, las tierras no
ofrecieran tanta aridez. Allí se encontraban desde Kolo-
béng, aldeas y pueblos tales como Scokuane, Schoschong