AVENTURAS 221
arruinado en muchos puntos, daría fácil acceso a un gru-
po de indígenas, por lo cual el coronel Everest juzgó pru-
dente adoptar algunas disposiciones para el caso en que
los sitiados se viesen obligados a batirse en retirada y
abandonar momentáneamente su estación geodésica. La
lancha de vapor debía estar lista para aparejar a la pri-
mera señal. Uno de los marineros — el maquinista de la
Queen and Tzar — recibió orden de encender la máqui-
na y tenerla con presión suficiente para el caso en que la
fuga se hiciera necesaria; pero debía esperar a que se
hubiese puesto el sol con objeto de no revelar a los indí-
genas la existencia de una chalupa de vapor en las aguas
del lago.
La cena se compuso de hormigas blancas y de espa-
dañas. ¡ Menguado alimento para unos hombres que tal
vez tuvieran que pelear! Pero estaban resueltos, impasi-
bles, y aguardaron sin temor la hora fatal.
A eso de las seis de la tarde, en el momento en que se
hizo de noche, con esa rapidez propia de las regiones in-
tertropicales, el maquinista bajó por las rampas del Scor-
zef y se dedicó a calentar la caldera de la chalupa. Es
inútil decir que el coronel Everest no trataba de huir has-
ta el último instante, y cuando fuese materialmente im-
posible sostenerse en el fortín, pues le era doloroso aban-
donar su observatorio, sobre todo de noche, porque de un
momento a otro podría brillar el fanal de Guillermo Eme-
ry y Miguel Zorn, en la cumbre del Volquiria. Los demás
marineros se apostaron al pie de las murallas del recinto
con orden de defender a todo trance la entrada de las bre-
chas. Las armas estaban preparadas: la ametralladora,
cargada y pertrechada con abundantes cartuchos, asomna-
ba sus temibles cañones por lá tronera.