AVENTURAS , 231
—A los 19"37'35”,337, con una aproximación de 337 mi-
lésimas de segundo — respondió Guillermo Emery.
—Pues bien, señores — dijo el coronel—, ya hemos ter-
minado, por decirlo así, nuestra tarea. Hemos medido un
arco de meridiano de más de ocho grados por medio de
63 triángulos, y cuando los resultados de nuestras opera-
ciones hayan sido calculados, conoceremos exactamente
cuál es el valor del grado, y, por consiguiente, del metro
en aquella parte del esferoide terrestre.
—¡ Hurra! ¡ hurra! — gritaron los ingleses y rusos, mo-
vidos por un mismo sentimiento.
—Ahora — añadió el coronel Everest — sólo nos falta
llegar al Océano Índico, siguiendo el curso del Zambeze.
¿No es ésa también su opinión, señor Strux ?
—+$í, coronel — respondió el astrónomo de Pulkowa— y
pero creo que nuestras operaciones deben someterse a una
comprobación recíproca y matemática. Propongo, pues,
que se continúe por el Este la red trigonométrica hasta
el momento en que hayamos encontrado un sitio a pro-
pósito para medir otra base. La concordancia que exista
entre la dimensión de esta base obtenida por cálculo o
por medición directa, nos dirá el grado de certidumbre
que debemos atribuir a nuestras operaciones geodésicas.
La proposición de Mateo Strux fué adoptada sin re-
plicar. Esta comprobación de toda la serie de trabajos
trigonométricos, desde la primera base era indispensable.
Se convino, pues, en que se construiría hacia el Este una
serie de triángulos auxiliares hasta el momento en que
uno de los lados pudiera ser medido directamente por
medio de las reglas de platino. La chalupa de vapor, ba-
jando por los afluentes del Zambeze, debía ir a esperar a