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90 JULIO VERNE
dencia en combatir tan sensibles tendencias, pero no siem-
pre lo conseguían. De aquí discusiones que entre gente
semigrosera podían degenerar en agresiones deplorables.
El coronel y el sabio ruso intervenían entonces, pero
riando las cuestiones, porque cada uno de ellos tomaba
defensa de sus compatriotas, sosteniéndolos a todo
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la
trance, cualquiera que fuese la sinrazón. Desde los subor-
dinados la discusión llegaba a los superiores y se acre-
centaba proporcionalmente a las masas, como decía Mi-
guel Zorn. Dos meses después de la salida de Lattakú, só-
lo los dos jóvenes conservaban la buena armonía tan ne-
cesaria para el éxito de la empresa. Sir Juan Murray y
Nicolás Palander, por absortos que estuvieran el uno en
sus cálculos y el otro en sus aventuras de caza, cComenza-
ban a mezclarse también en aquellas discusiones intesti-
nas. En suma, cierto día la disputa fué bastante viva para
que Mateo Strux debiera decir al coronel Everost :
—No lo tome usted tan a pecho, señor Everest; consi
dere que son astrónomos que pertenecen al observatorio
de Pulkowa, cuyo poderoso telescopio ha permitido reco-
nocer que el disco de Urano es perfectamente circular...
A lo cual respondía el coronel que tenía derecho de to-
marlo como quisiera, puesto que tenía la honra de perte-
necer al observatorio de Cambridge, cuyo poderoso teles-
copio había permitido clasificar entre las nebulosas irre-
gulares, la de Andrómeda.
Después Mateo Strux, extremando los personalismos,
llegó a decir que el telescopio de Pulkowa, con su objeti-
vo de catorce pulgadas, hacía visibles las estrellas de dé-
cimotercera magnitud, a lo cual replicaba Everest que el
de Cambridge medía también catorce pulgadas, y que en