Full text: El proceso Lerouge

204 EL PROCESO LEROUGE 
cramentos; se ha visto a agonizantes recobrar su conoci- 
miento y su fuerza para recibir el cuerpo del Señor, Mu- 
chas familias se retraen porque dicen que temen impre- 
sionar al enfermo, y eso es un completo error; el sacerdote 
no asusta; por el contrario, fortalece el alma y el espíritu; 
habla en nombre de Dios, de la misericordia divina, y 
podría contaros muchos casos de enfermos que han curado 
sólo al contacto de los santos óleos. 
La buena Hermana hablaba con aire triste, tan triste 
como su mirada, 
Rafael no la escuchaba; su mente estaba lejos de allí, 
— Vuestra amada madre—proseguía la Hermana, — 
esta señora a quien tanto queréis, y que sin duda ha sido 
buena cristiana, desea quizá lo mismo que yo os digo, y 
si en medio de sus dolores pudiese hablar... 
El abogado iba a replicar, cuando la criada se presentó 
diciéndole que un caballero que no quería decir su nombre 
deseaba hablarle de un asunto. 
— Voy al punto, 
— ¿Qué decidís, señor? —volvió a decir la religiosa, 
— Os dejo en libertad; haced lo que creáis mejor. 
La religiosa dió principio a otro discurso de gracias, 
pero inútil; Rafael se había alejado con rapidez, y oyóse 
su voz, que decía en la antecámara: 
— ¡Por fin habéis venido, señor Clergeot! ¡Ya había 
perdido la esperanza de veros! 
Aquel personaje que esperaba a Raxael era harto cono- 
cido en la calle de San Lázaro, en la de Provenza y en los 
alrededores de Nuestra Señora de Loreto y en los bule- 
vares exteriores, desde la calzada de los Mártires hasta la 
antigua barrera de Clichy. 
El señor Clergeot era un prestamista, un usurero, mejor 
dicho, aunque no usase tan poco recomendable título, 
sino el de amigo que, como tiene mucho dinero y es muy 
obsequioso presta a los amigos en cambio de otro ser- 
vicio y aun tiene la abnegación de recibir intereses que 
oscilan entre el quince y el veinticinco por ciento. 
Excelente persona, si las hay, procuraba captarse la 
voluntad de sus parroquianos, y su probidad era por lo 
regular aplaudida: jamás perseguía judicialmente a un- 
deudor, optando por acosarle sin tregua ni descanso du-
	        
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