Full text: El proceso Lerouge

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EL PROCESO LEROUGE 249 
El militar pareció vacilar un instante, y dijo luego: 
— Entrad: ¡quizá es Dios quien así lo dispone!... 
El Conde se tambaleaba como un ebrio, hasta el punto 
de que el médico acudió como a sostenerle; él le rechazó 
dulcemente. 
El cura y el doctor entraron también al mismo tiem- 
po: Clara y el militar permanecieron en el umbral de la 
puerta, 
El Conde dió tres o cuatro pasos en el cuarto de la 
moribunda, y tuvo que detenerse, sin fuerzas para con- 
tinuar; quería avanzar y no podía. La que expiraba, la 
que tenía delante de los ojos, ¿era Valeria? 
En vano evocaba sus recuerdos; en aquellas facciones 
ajadas, en aquel rostro descompuesto, le era imposible 
reconocer a su hermosa Valeria, a la mujer que había for- 
mado el encanto de su juventud. 
La moribunda le conoció; mejor dicho, le adivinó; 
galvanizada por una fuerza sobrenatural, se incorporó, 
dejando al descubierto sus hombros y sus brazos descar- 
nados; por un ademán violento libróse de la vejiga de 
nieve colocada sobre su cabeza y echó hacía atrás su 
abundante cabellera, empapada en sudor y en agua. 
— ¡Guillermo, Guillermo! —exclamó. 
El Conde sintió escalofríos de muerte, y permaneció 
tan inmóvil como esos desgraciados que, según la creen- 
cia popular, han sido calcinados por el rayo y caen hechos 
polvo apenas se les toca. 
Ni siquiera pudo darse cuenta de lo que vieron las 
demás personas extrañas: el cambio de la enferma; sus 
facciones, hasta entonces contraídas, se dilataron; en su 
rostro brilló celestial alegría e infinita ternura iluminaron 
sus ojos hundidos por la enfermedad, 
— Guillermo—dijo con acento de indecible dolor,— 
por fin has venido; ¡cuánto tiempo hace que te esperaba! 
¡No puedes imaginarte todo lo que me ha hecho sufrir 
tu ausencial Hubiera muerto de dolor, a no sostenerme la 
esperanza de que algún día había de volver a verte. ¿Quién 
te ha impedido venir? ¿Tu familia, tus amigos? ¿No les 
has dicho que no existe criatura humana que pueda que- 
rerte más que yo? No, no es eso; ya me acuerdo: te mar- 
chaste enojado; cediste a las insidias de tus amigos; te
	        
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