EL PROCESO LEROUGB 267
conservar el niño cobiamos por dos partes, y ya está San-
tiago rico. Abraza a tu mujer, que ya ves que no es tan
tonta como supones. Esto me dijo Claudina, palabra por
palabra.
El rudo marinero sacó del bolsillo un pañuelo de cua-
dros blancos y azules, y se sonó de tal modo, que hizo
trepidar las paredes; era su manera de llorar.
El juez estaba confuso.
Desde el principio de aquel intrigado asunto caminaba
de sorpresa en sorpresa, y apenas lograba poner en orden
sus ideas sobre un punto, cuando toda su atención debía
reconcentrarse en otro.
Sentíase desconcertado. ¿Qué nuevo incidente grave
se presentaba? ¿Qué iba a saber?
Tenía vehementes deseos de preguntar a Lerouge;
pero, como le veía coordinar tan difícilmente sus recuerdos,
temía que perdiera el hilo de ellos con la menor interrup-
ción.
— Lo que me proponía Claudina era una infamia, y
yo soy un hombre honrado; pero ya he dicho que yo era
un juguete en manos de aquella mujer y me obligaba a
ver lo blanco negro. ¡Ah! La amaba demasiado; me probó
que no hacíamos mal a nadie, que asegurábamos la for-
tuna de nuestro hijo, y me callé. Cuando llegó la noche,
nos detuvimos en una posada donde sin duda el cochero
tenía orden de parar. Entramos, y nos encontramos con
el infame de Germán a quien acompañaba una mujer
que llevaba otro niño vestido exactamente como el
nuestro. Viajaban, como nosotros, en un carruaje del
Conde. Entonces me asaltó una sospecha: ¿no habría
inventado Claudina la segunda historia para tranquili-
zarme? ¡Yo estaba loco! Consentí en una abominación,
pero no estaba decidido a ser cómplice de un crimen.
Así, pues, me prometí no perder de vista a nuestro bas-
tardo, jurando que no le cambiarían. En efecto, le tuve
toda la noche sobre mis rodillas, y para mayor seguridad
le até mi pañuelo alrededor de la cintura. ¡Ah! Todo es-
taba muy bien combinado. Después de cenar se habló de
recogerse, y no había desocupados más que dos cuartos
con dos lechos: sin duda el posadero obedecía a una con-
signa, pues él mismo propuso que las dos nodrizas dur-