Full text: El proceso Lerouge

298 EL PROCESO LEROUGE 
para tus caprichos, perdí el seso y cometí un crimen: ¿lo 
oyes? Me persiguen, tengo que huir, sígueme... 
Julieta estaba aterrada. 
— ¡Un crimen! —balbució. 
— Sí: un crimen, ¡un asesinato! por causa tuya. 
El abogado estaba persuadido de que su amante al 
oir estas palabras, retrocedería instintivamente horrori- 
zada, y se resignaba de antemano. Quizá le proporciona- 
ría una escena de ataque de nervios, lloraría, se desmaya- 
ría... ¡Se engañaba! 
Julieta se arrojó a su cuello, abrazándole con un trans- 
porte de alegría que jamás había conocido en ella. 
— ¡Sí, le amo, te amo! —le decía. —¡Has sido criminal 
para satisfacer mis caprichos! ¡Has cometido un asesinato! 
¡Es decir que me amabas, me amabas, y yo no lo conocía! 
Muy caro le había costado hacerse comprender de 
Julieta; pero Rafael no pensaba en esto. Sintió un des- 
tello de loco júbilo, y le pareció que aun podía vencer a 
la suerte. 
No obstante, tuvo valor para desprenderse de aquellos 
brazos queridos, y dijo: 
— Marchemos; el mayor peligro para mí está en que 
ignoro por dónde me persiguen; todavía no sé por dónde 
han conocido la verdad, 
Entonces Julieta recordó la visita intempestiva del 
anciano y exclamó: 
— ¡Desgraciada! He sido yo quien te ha entregado; 
fué el martes de Carnaval, ¿no es cierto? 
— Sí, ese día, 
— Pues bien; yo Jo he dicho todo, sin sospechar el 
mal que con ello hacía, a ese amigo que has enviado, al 
señor Tabaret. 
— ¿Tabaret ha venido aquí? 
— Sí 
— ¡Ah! ¡Huyamos en seguida! Es un milagro que no 
estén aquí ya. 
Y asiéndola por un brazo trató de arrastrarla fuera de 
allí, 
— Un momento—dijo Julieta. —Tengo oro, alhajas: 
déjame llevarlas, 
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