Full text: El proceso Lerouge

44 EL PROCESO LEROUGE 
igual estado, y a un mismo tiempo daran a luz, y ya al 
fin de esta carta se inicia una idea que luego se pone en 
práctica, atropellando todas las leyes divinas y humanas. 
Al llegar aquí el padre Tabaret le interrumpió y dijo: 
-— Comprendo, enpueado perfectamente; los términos 
de esta carta son muy claros, y yo no soy enteramente 
torpe. 
— Paso varias cartas —repuso Rafael —y os leo ésta, 
que está fechada en 23 de enero de 1829. Es muy larga, 
y habla de infinidad de cosas que nada tienen que ver en 
nuestro asunto; mas hay en ellas algo que atestiguan el 
trabajo lento y tenaz del pensamiento de mi padre. 
«El destino, con más poder que yo, me tiene amarrado 
a este país, pero mi alma no se separa de ti, Valeria mía: 
está contigo y con el ser, fruto de nuestro cariño, que se 
mueve en tu seno; cuídate, vela por tus días, preciosos para 
mí. Ya no es el amante, sino el padre quien te habla: la 
última página de tu carta me desgarra el corazóm. ¿No 
Daga egres que me injurias al abrigar temores por la 
suerte de nuestro hijo?» 
Aquí salto dos páginas de exagerada inutilidad ro- 
mántica, y leo estas líneas que Analizan la carta: 
«El estado de la Condesa da cada vez más pena. ¡Es- 
posa infortunadal La detesto, pero al mismo tiempo la 
compadezco: parece adivinar los motivos de mis desde- 
nes, y su dulzura, su sumisión, me parten el alma, parece 
como que desea obtener el perdón del delito de nuestro 
casamiento. ¡Pobre víctima sacrificada!... Quizá también 
antes de unirse a mí había dado a otro su alma. ¡Pobre 
mujer! Creo que tu buen corazón no se enojará por este 
interés.» 
— Esta era mi madre—añadió el abogado con voz 
temblorosa, -—una santa, y aun piden perdón de la lástima 
que inspira. 
Pasó la mano por los ojos como para secarse una lá- 
grima que se desprendía, y murmuró: 
— ¡Ha muerto! 
A, pesar de estar impaciente, el padre Tabaret no se 
atrevió a articular una frase: comprendía el hondo dolor 
de su amigo, y le respetaba. Después de un corto silencio, 
Rafael levantó la cabeza y prosiguió la correspondencia:
	        
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