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138 EL DINERO DE LOS OTROS
en el sitio de honor, en letras de
gruesos caracteres, leyó:
¡OTRA CATASTROFE
FINANCIERA !
“En el momento de entrar en má-
quina nuestro periódico, reina en el
Bolsín la más violenta agitación.
Con la rapidez de un reguero de pól-
vora, la noticia se propaga a lo lar-
go del bulevar, de que uno de nues-
tros grandes establecimientos de
crédito acaba de ser víctima de un
robo importantísimo.
»A eso de las cinco de la tarde,
teniendo necesidad de un libro de
contabilidad, el director del Banco
del Crédito Mutuo fué al despacho
que ocupa el cajero principal, que
a la sazón estaba ausente.
»Una factura olvidada sobre una
mesa hizo pasar por su imaginación
el relámpago de la sospecha. Espan-
tado, hizo venir a un cerrajero,
mandó forzar las cerraduras y ad-
quirió la irrecusable prueba de que
el Crédito Mutuo era víctima de des-
falcos, por un valor total, compro-
bado hasta ahora, de más de doce
millones.
»En el mismo instante, denunció
el hecho, y sobre las siete, el señor
Brosse, comisario del distrito, se
presentó con una orden de prisión
en el domicilio del cajero infiel.
»Este cajero, llamado Favoral (no
vacilamos en consignar su nombre,
puesto que está en todas las bocas),
acababa de sentarse a la mesa con
algunos amigos. Advertido, no se
sabe por quién, pasó a una aparta-
da habitación de su domicilio, se
dejó caer por la ventana al patio de
una casa contigua, logrando burlar
las pesquisas de la policía.
»Parece que esos desfalcos son de
larga fecha, y que han sido hábil-
mente ocultos por medio de falsifi-
caciones.
»El señor Favoral había tenido la
funesta habilidad de sorprender la
buena fe de las personas que le co-
nocían. Habitaba en el Marais y lle-
vaba una existencia más que mo-
desta. Pero allí no tenía más que su
residencia oficial, pues en otro ba-
rrio aristocrático y con otro nom-
bre, se entregaba a gastos desenfre-
nados, rodeando de un lujo inaudi-
to a una mujer de la que estaba ena-
morado con locura.
»Acerca de esta mujer, no todos
están de acuerdo.
»Unos suponen que es una tiple
bellísima, cuyo teatro no está muy
lejos del pasaje de los Panoramas.
Otros suponen que es una dama de
la alta sociedad financiera, cuyos
trenes, diamantes y toilettes tienen
renombre merecido.
»Nos sería fácil el dar acerca de
esto pormenores que sorprenderían
a nuestros lectores, pues no igno-
ramos nada ; pero aunque se nos su-
ponga menos informados que cier-
tos colegas de la mañana, guardare-
mos un silencio que apreciarán los
que nos lean. Reservamos a otros el
triste honor de aumentar con una
indiscreción prematura el dolor de
una familia terriblemente castiga-
da, pues el señor Favoral deja en la
desesperación a su esposa y a dos
hijos, un joven de veinticinco años,
auxiliar en el ferrocarril, y una mu-
chacha de veinte años, de peregri-
na belleza, y que ha estado a punto
hace varios meses de casarse con el
señor GC...
» Vamos, señores cajeros, ¡a quién
le toca el turno!...»
Lágrimas de rabia obscurecían
los ojos de Máximo al leer las últi-
mas líneas de este terrible artículo,