Full text: El dinero de los otros

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EL DINERO DE LOS OTROS 179 
Así es que acabé por decirme 
que, sin duda, yo había exagerado 
lo sucedido, que lo había visto mal 
y que había tomado por realidades 
las quimeras forjadas por mi ima- 
ginación. 
» Y sólo pensé luego en el empleo 
de mi repentina fortuna. 
»Aquel mismo día alquilé un 
cuartito en la calle del barrio de San 
Dionisio y compré una máquina de 
Coser. 
»Al finalizar la semana ya tuve 
en casa obra para varios meses... 
»Esta vez creí que ya la fortuna 
se había cansado de serme adversa 
y miré el porvenir con ojos tran- 
quilos. 
»Trabajaba con tal afán, que al 
cabo de un mes llegué a ganar de 
cuatro a cinco francos diarios. 
»Pero una tarde vi entrar en mi 
habitación a un hombre grueso, 
vestido con elegancia, de aspecto 
leal y bonachón y que se expresaba 
dificultosamente en francés. 
»Me dijo que era americano, y ve- 
nía a verme en nombre de la dueña 
del establecimiento para la cual tra- 
bajaba. Añadió que necesitando 
una obrera parisién hábil, iba a 
ofrecerme un destino en Nueva 
York, en donde me aseguraría una 
posición brillante. 
»Yo había conocido a varias in- 
felices jóvenes que, accediendo a 
promesas seductoras, habíanse ex- 
patriado, y en el extranjero habían 
sido ignominiosamente abandona- 
das, teniendo necesidad, para no 
morir de hambre, de recurrir a los 
más espantosos trabajos. 
»Por esta razón no acepté sus 
ofrecimientos. 
»El visitante aparentó sentirse 
molesto. ¿Por quién le tomaba? 
¡Venía a ofrecerme una fortuna y 
vo la rebusaba! ¡Me garantizaba 
que tendría en Nueva York un buen 
olojamiento, manutención y dos- 
cientos francos mensuales, siendo 
de su cuenta los gastos de viaje, y 
para demostrarme la rectitud de 
sus intenciones, dijo que estaba dis- 
puesto a firmar un contrato y a 2de- 
lantarme mil francos. 
»Eran tan tentadoras las prorae- 
sas, que empecé a vacilar. 
e caso—le dije—déme 
un plazo de veinticuatro horas para 
pensarlo. Quiero ante todo consul 
tarlo con la que me proporciona 
ahora trabajo. 
»ll americano pareció profunda- 
mente contrariado, mas no logran- 
do que desistiese yo de aquella de- 
terminación, se marchó, prometien- 
do volver al día siguiente para co- 
nocer mi resolución definitiva. 
»Acto continuo fuí presurosa e 
ver a la señora del establecimiento 
que me daba labor. 
»Al oir lo que me había sucedido, 
me dijo que no sabía ni una palabra 
de tal americano, a quien ni siquie- 
ra conocía, y negó que ella le hu 
biese enviado a mi casa. 
»Como es natural, no volví a ver 
a aquel individuo. 
»Esta extraña aventura me des- 
concertó algo. 
»Una noche de la semana siguicn- 
te, cuando volvía a mi casa a eso de 
las once, dos agentes de policía me 
detuvieron, y a pesar de mis proles- 
tas, me llevaron al cuartelillo, en 
donde me encerraron con una doce- 
na de desdichadas, a quienes habían 
detenido en el bulevar. 
»Pasé la noche llorando de ira y 
de vergiienza, y no sé lo que hubie- 
se ocurrido si el oficial de seguridad 
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