Full text: El dinero de los otros

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EL DINERO DE LOS OTROS 231 
sos... Pero, por el momento, le pido 
autorización para dejarle con mi 
madre y con mi hermana. Estoy 
sitado con... un amigo. 
Sin aguardar contestación, guar- 
dó en el bolsillo los quince mil fran- 
cos del barón de Thaller y salió 
apresuradamente. 
Pero no se dirigió en seguida a 
ensa del señor Tregars, sino al Ho- 
tel de las Locuras. 
Luciana acaba de entrar con 
un voluminoso paquete — dijo con 
en gesto más gracioso la Fortin a 
Máximo cuando éste salió de la obs- 
euridad del portal. 
Hacía veinticuatro horas que la 
honrada hostelera estaba espiando 
la lNegada de su inquilino con la es- 
peranza de alquirir algunos datos 
para poder referírselos luego a sus 
convecinos. 
Máximo ni aun se dignó darle 
las gracias, grosería de que la Por- 
tin se consideró violentamente in- 
juriada. El joven atravesó de un 
salto el estrecho patio del hotel y 
se lanzó a la escalera... 
El cuarto de Luciana estaba 
abierto; así es que entró sin llamar. 
Sofocado aún por la carrera, ex- 
clamó: 
— ¡Por fortuna, la encuentro! 
La joven acababa de poner sobre 
su cama un vestido de seda muy 
claro, guarnecido de bordados y de 
pasamanerías, UN pardesú pareci- 
do, de forma extraña, y UN SOm- 
brero de figura atrevida, sobrecar- 
gado de plumas y de flores brillan- 
tes. 
—Ya ve usted por qué me en- 
cuentra aquí—contestó.——Vengo a 
vestirme. A las dos el coche de 
Brion vendrá para llevarme al Bos- 
que, donde debo lucir este traje, 
que es seguramente uno de los más 
ridículos con que me ha disfrazado 
el señor Van Klopen... 
Máximo sonrióse, diciendo: 
Quién sabe si será ésta la últi- 
ma vez que haya usted de soportar 
esa tiranía odiosa... ¡Ab, amiga 
mía! ¡Desde que no la he visto 
cuántos acontecimientos se han rea- 
lizado! 
- ¿Agradables? 
Usted juzgará. 
Cerró cuidadosamente la puerta, 
y colocándose de nuevo ante Lucia- 
na, preguntó: 
¿Conoce al marqués de Tre- 
gars? 
Lo mismo que usted. Ayer, en 
el despacho del comisario de poli- 
cía, fué donde por primera vez oÍ 
pronunciar su nombre. 
— ¡Pues bien! ¡antes de un mes, 
el marqués de Tregars será el es- 
poso de mi hermana Gilberta ! 
Las encantadoras facciones de la 
joven reflejaron la sorpresa más ex- 
traordinaria. 
— ¿Es eso cierto? 
Máximo, en vez de contestar, 
prosiguió como si nada le hubieser 
preguntado. 
—Me ha referido usted que, en 
otro tiempo, en un día de angustia 
suprema en que se encontraba sin 
asilo y sin pan, se presentó usted 
en el hotel de Thaller, implorando 
un socorro, cuando legítimamente 
le debían una indemnización, pues- 
to que el coche de la Baronesa la 
había arrollado y herido grave- 
mente... 
—AsÍ €s. 
—Mientras aguardaba usted en 
el vestíbulo la contestación a la 
carta que un criado había ido a lle- 
var, apareció el barón de Thalier 
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