Full text: El dinero de los otros

EL 
blemente, porque habría ya tomado 
sus informes. 
Era aquél un asunto de familia 
de los que las personas sensatas se 
guardan como de la Sr y sobre 
todo tratándos se de casamiento tiene 
que ser atrevido en exces 
ose declararse « 
Así 
zar la voz más que la 
clavettes 
Esta tomó entre s 
Gilberta. 
—Permítame, querida niña—di- 
jo, —que la reprenda por la fría ACo- 
gida que ha dispensado a un pobre 
o el qu 
mM en contra. 
'upaz di 
señora Des 
Dro O 
k 
y? 
es que nadie fué 
us manos las de 
joven que sólo procuraba serle 
grato. 
Puera de su madre, demasiado 
débil para salir a su defensa, y de 
su hermano, a quien le estaba pro 
hibido intervenir, la joven se dió 
cuenta de que todos los que se en- 
contraban allí, estaban contra ella « 
abierta o tácitamente. 
De momento tuvo la idea de re- 
petir delante de todos, con la mayor 
audacia, lo que ya había declarado 
a su padre, es decir, que estaba de- 
cidida a no casarse y que no se ca- 
saría, pues no era una de esas po- 
bres jóvenes sin e a quienes 
se viste de blanco y se arrastra, a 
pesar suyo, a la alcaldía, 
Esta declaración atrevida estaba 
en armonía con su carácter. 
La contuvo el temor de una esce- 
na tremenda y acaso degradante. 
Los más íntimos amigos de la ca- 
sa no conocían las lacerias más do- 
lorosas. 
En presencia de sus huéspedes el 
señor Favoral disimulaba, endulza- 
ba la voz y se enmascaraba con una 
sonrisa amable. 
'¿Sería conveniente descubrir 
repente la verdad? 
y Y 
qe 
DINERO DE 
LOS OTROS 69 
—Es una chiquillada exponer a 
desanimar a un excelente joven que 
gana cuatrocientos mil francos al 
año-—prosiguió la antigua vendedo- 
ra de bronces, para quien semejan- 
te conducta era un crimen abomi- 
nable, un crimen de lesa fortuna. 
La señorita Gilberta había sepa: 
rado manos de las de aquella 
senora. 
—Usted no le ha oído—d 
¡Oh, 
sus 
ijo. 
como estaba cerca, in- 
voluntariamente... 
¿De manera que ha oído us- 
ted sus... proposiciones? 
Perfectamente... Le prometía 
un eo un palco en la Opera, jo- 
, liberti 1d completa... ¿No es ése 
e eS sueño de todas las ¡ jóve nes) 
-Pero no es el mío, señora... 
¡Alabado sea Dios! ¿Qué otra 
cosa podría usted desear? Al matri- 
monio no se le debe pedir más de lo 
que puede dar.. 
HAL que yo pudie ra pedirle no 
sería precisamente eso. 
Con tono de paternal indulgen- 
cia, que se avenía mal con su mi- 
rada : 
¡Es una loca !—exclamó el se 
ñor Favoral. 
La señorita Gilberta derramó lá- 
grimas de indignación. 
—La señora Desclavettes—repu- 
so,—Olvida algo... Olvida que ese 
caballero ha tenido la osadía de ma- 
nifestarme que se propon ía, recono- 
cer a la mujer con quien se casara 
una dote considerable, a fin de bur- 
lar a sus acreedores en el caso en 
que los negocios se torcieran y vi- 
niese la quiebra. 
lin su ingenuidad creyó que sus 
[rase s iban a provocar un grito de 
indignación. 
En vez de esto, replicó el ex co. 
JNCEOS : 
sí |
	        
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