184 VALENTÍN R. GONZÁLEZ (BELISARIO)
Son las once de la mañana de un día prima-
veral. Pedro Sánchez y «El Noy» se dirigen
a pie, gustando de la benignidad del día, por
el Paseo de Recoletos hacia la Castellana. «El
Noy » parece un petrimetre ; viste traje nuevo
de corte impecable, sombrero gris y, en la so-
lapa de la americana, luce un rojo clavel re-
ventón.
Al llegar frente al domicilio de Fermín La-
cea, el inspector se adentra en la casa del abo-
gado mientras su ayudante sigue luciendo el
tipo por el paseo de la Castellana.
Al ser anunciado, el mismo Lacea sale a re-
cibirle a la puerta de entrada.
—¡ Bien venido el sagaz policía y hombre de
corazón !
-Bien hallado, señor Lacea.
—Pase; pase y siéntese. He seguido todo
el proceso de su labor. ¡Magnífico! ; la Poli-
cía española debe de sentirse orgullosa de que
figure el nombre de usted en el escalafón del
Cuerpo. Ya veo que luce en la frente la huella
de un coscorrón... ¿Tuvo importancia la he-
rida ?
ar