NIÑAS DESAPARECIDAS 185
—En absoluto.
—Me alegro. Y digame, ¿han bastado los
veinte mil duros? ¿Hubo exceso de gastos?
—No, señor. El depósito de las cien mil
pesetas sigue intacto en el Banco de España...
—Pero, ¡tendrá usted que resarcirse de los
gastos !
—Para el desempeño de la misión que me
impuse, no ha habido necesidad de gastos ex-
traordinarios.
-—Pero los gastos corrientes...
—Los gastos corrientes igual los tengo en
Barcelona que en Madrid, trabaje o no traba-
je... Ahora bien, señor Lacea: para devolver
esas niñas a sus padres, el destino ha querido
que otra niña pierda el suyo... ¿Quiere usted
hacer algo en favor de esa criatura?
—Con toda mi alma; indique usted mismo
la cifra.
Veinticinco mil pesetas.
—Cuente con ellas.
Los dos policías, satisfechos y contentos, re-
gresan al barrio de Salamanca. Cerca de la en-
trada de la casa en que la buena Mercedes—