46 VALENTÍN R. GONZÁLEZ (BELISARIO)
asustándole, procuraremos saber si, efectiva-
mente, tienen los chinos parte en este asunto
o si, por lo contrario, he pecado de exceso de
suspicacia.
De forma—preguntó «El Noy»—que si
consigo saber que uno o dos vendedores de
collares han rondado por cerca de los lugares
donde desaparecieron las niñas, ¿puedo, usan-
do de mis mañas, metérmelos en un taxi y
traerlos aquí?
—Puedes y debes.
De acuerdo. Voy a demostrarle a usted
que también soy capaz de tener iniciativas... +
—¿Qué piensas hacer?
—No lo sé,
¡ Bravo!... Llevas ganado la mitad del ca-
mino; los planes preconcebidos acostumbran
a salir mal.
-——De todas maneras, inspector, si la policía
detiene a todos los chinos que habitan en Ma-
drid, mal puedo encontrar a ninguno de ellos:
la policía los habrá detenido a todos.
Vete tranquilo; son las cinco y media de
la tarde. Ahora mismo hablaré por teléfono con
el Jefe Superior para que no ordene la «razzia»
hasta después de media noche. Si antes de esta