anormal? ¡Es posible que no hayan sospechado al.
guna vez que esta criatura no está en su sano jul-
cio, y sl lo han sospechado no se les haya ocurrido
consultar con un médico! Si yo en poco más de
seis meses me he enterado de todo, icómo no lo
han advertido ellos en una convivencia de toda la
vidal Dos o tres veces tuvo la tentación de levan-
tarse y explicárselo a la buena señora, pero el incon-
veniente de la sordera le cohibió. ¡Cómo hablar a
voces de estas cuestiones íntimas! ¡Cómo promover
el escándalo de due la vecindad se enterasel Y aun
así, ¿podía estar seguro de que la pobre mujer lle.
terialidad de los vocablos, sino en la apreciación de
los conceptos. Incluso tuvo miedo de que una ex-
plicación mal comprendida, cualquier consejo mal
interpretado, la pudiera asustar. No vaya a fsurar-
se que lo que quiero decir es que su hija está loca,
Y sin embargo, algo había que hacer. No se po-
día consentir que la situación perdurase.
—¿Usted ha observado alguna vez en su hija
pérdidas de memoria?—se decidió por fin a interro-
garla.
—¿Cómo?
Tuvo que repetir la pregunta, porque a la pobre
señora no se le alcanzaba la intención.
—Sí, sí—contestó al cabo—. Le ocurre muy a me-
nudo. Está siempre pensando en las musarañas. Es
muy distraída.
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