sión—, estas cosas, nenita, están bien para pasar el
rato, pero no cuando se trata de algo fundamental
como lo nuestro. Tú piensa que dentro de poco te
vas a casar conmigo.
—Bueno; eso ya lo veremos.
—Claro que lo verás, pero muy pronto; en cuan-
to se constituya la Sociedad de películas y me otor-
guen la plaza.
—Pues cuando llegue el caso ya hablaremos.
—Ah, des que tú crees que no me la van
a dar?
—Yo no sé si te la darán o no te la darán, pero
ide eso a casarnos!
—¿Dudas de mí?
—No lo digo por ti.
—Pues entonces, ¿por quién?
—Porque no sé todavía si yo me decidiré.
—|¡Maruja!
—S, chico, sí... da qué voy a negártelo? Siem-
pre te he dicho que a mí no me seduce el matri-
monio, y menos con un hombre como tú. Cada
Ía que pasa me convenzo más de que sería muy
difícil que tú y yo congeniáramos. Lenemos en to-
dos los aspectos de la vida puntos de vista diametral-
mente opuestos. ¡Para qué hacernos desgraciados!
—¿ Vienes miedo de que conmigo serías desgra-
ciada?
—Sí, lo sería. Tú eres un hombre lleno de pre-
juicios, celoso, suspicaz, intransigente... Di ahora,