Full text: Sinvergüenzas

En el caso concreto de Maruja se sabía—por lo 
menos lo sabía él -—que había sobradísimas razones 
para suponer la existencia de un desequilibrio fun- 
cional; pero si todos estos síntomas que lo demos- 
traban no se hubieran exteriorizado en una maniles- 
tación tan extraña y tan poco frecuente como era 
nada menos que un desdoblamiento de personalidad, 
¿lo habría él sospechado? ¿No había creído que 
Maruja era una mujer como todas, más o menos 
ligera, más o menos pervertida, más o menos 
extravagante, pero absolutamente normal? Y enton- 
ces, ¿que habría sucedido? ¿Qué opinión habría 
formado de ella al conocer su conducta? ¿Qué 
concepto debían ahora merecerle todas las demás 
que procedían de la misma manera? ¿En qué se di- 
ferencian las unas de las otras? ¿En dónde está la 
raya divisoria que pueda separarlas? 
Pasó dos días en Burgos y regresó a Madrid, 
si no curado, por lo menos bastante fortalecido en 
sus propósitos de no volver a verla. Pero una vez 
aquí se le planteó un nuevo problema bastante Ías- 
tidioso: la necesidad de resolver su delicada situa- 
ción con la familia de Maruja; no ciertamente por- 
que se considerase obligado a justificar su ruptura 
con ella, sino para ponerse a cubierto de cualquier 
contingencia desagradable que pudiera sobrevenir si 
la muchacha, recobrada la libertad de acción, come- 
tía la estupidez de volver a entregarse al primero que 
la pretendiese o por cualquier motivo llegaba a des- 
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