Laura continuó:
—Hará unos cuatro meses que estoy en relacio-
nes con él. No le voy a usted a referir cómo nos
conocimos ni de qué modo se fueron después com-
blicando las CO3as, hasta el punto de perder yo la
cabeza y decidirme a hacerle caso.
—No-—dijo él atajándola—. ¿Para qué? Eso no
tiene importancia ninguna. y
—Verdaderamente—asintió ella—, eso es lo de
menos. Lo grave es lo que ha sucedido después.
Yo creí due este muchacho era una persona de-
cente.
—Y ¿no lo es?
—No sé. Tengo mis motivos para sospechar
que no.
—Vamos a ver, vamos a ver, no sea que te ofus-
ques. No conviene nunca aventurar juicios temera-
rios, ni proceder de ligero.
—Si no hay ligereza que valga. La cosa está cla-
rísima. Verá usted: Este muchacho, que es un mu-
chacho “bien”, de muy buena familia, admirable-
mente relacionado, no tiene una linda peseta; vive
a expensas de su padre, y aun cuando el padre es
rico, él anda siempre mal y a la cuarta pregunta,
porque, como todos los chicos de ahora, es muy
gastoso y no le basta nada. Yo todo esto lo sabía,
pero me tenía sin cuidado, porque usted compren-
derá que no iba por interés. Bueno, pues verá us-
ted: El me propuso que nos entrevistaríamos en
— 230 —