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IX
AURITA salió muy preocupada de su entrevista
L con don Periduito; no porque le pudiera caber
duda, después de la breve conversación que con él
tuvo, de los medios que iba a poner en práctica
para recuperar los peligrosos documentos, sino pre-
cisamente por todo lo contrario, pordue estaba se-
fura de haber adivinado cuáles eran y le asustaba
lo arriesgado y expuesto del propósito. ¿Será posi-
ble=se decía—dque este hombre lleve su amistad
hasta el extremo de comprometerse de ese modo
por mí? ¿Derá posible que me quiera tanto? Por-
que a juicio de Laurita sólo una verdadera y gran
pasión podía justificar atrevimiento semejante en un
hombre que en todos los aspectos de su vida era
la corrección personificada, tan caballero y tan pun-
donoroso, que si de algo pudiera tachársele sería de
llevar hasta el exceso la eserupulosidad y la pulcri-
tud. Para que don Periduito se decidiese a realizar
un acto tan en pugna con los antecedentes de su
modo de ser, era precisa una razón muy poderosa,
y esta razón no podía ser otra, en opinión de Lau-
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