en una cosa que, como tú misma reconoces, no tie-
ne importancia! Porque vamos a ver: ¿qué es lo que
puedes sospechar, ni qué es lo que recelas? ¿Que
había ido a esa casa a ver a una mujer? Te lo diría,
¿Qué inconveniente habría en ello? ¿No compren-
des, tontina?—Y como ella callase, dió un giro rá-
pido a la conversación—. Y de tu asunto, óqué?
¿No has vuelto a saber nada de ese hombre?
—NIi una palabra.
—¿Sigue sin molestarte?
—En absoluto. Es un poco raro, ¿verdad?
—Yo no lo encuentro raro, mujer; al contrario,
me parece perfectamente lógico. Por poco listo y
perspicaz que sea debió advertir que en estos últi-
mos tiempos estabas harta de él, y si acudías a verle
era sólo por el miedo de sus amenazas. Desapare-
cido el pretexto que tenía bara retenerte, sabe que
nada puede contra ti y sería inútil cuanto hiciera,
En estas condiciones ¡qué te va a decir! Aparte de
que cuando se tiene la conciencia sucia, no se pue-
den pedir explicaciones.
—De todos modos, a mí me parece un poco ex-
traño no haberme tropezado hasta ahora con él.
—Eso demuestra que no tiene interés en bus.
carte,
—Mejor.
+14, qué piensas hacer cuando le encuentres?
—Pasar de largo como si no le hubiera visto. Y
sl pretende hablarme, volver la cará antes de que
— 282 —