— e A r main,
KLAé '. a
—Pero, ¿por qué me llama usted Maruja? No
sé a qué viene esto. Nadie me llama así. Yo soy
María.
—Si le molesta a usted, hágase cuenta de que no
he dicho nada.
—No me molesta, pero no me gusta. Me hace
el electo de que no se dirigen a mí.
Hubo una pausa larga. Luego, al cabo de un
rato:
e] dígame, María: ¿qué vida llevaba usted antes
de caer enferma?
—Ay, no Sé... ¿0 ué quiere que le diga? La
misma de ahora.
—¿Salía usted también poco?
—Como ahora.
—¿No tenía usted novio?
—No.
—¿De veras, de veras no había nadie que la...
pretendiese?
—Nadie.
—¡Qué raro!
—¿Por qué ha de ser raro?
—¡Quá sé yo! Se me hace tan extraño que una
muchacha tan linda y tan encantadora no haya en-
contrado quien le diga nada.
—| abr OS idecir!... Claro que me han
dicho. € Qué mujer en la GEN no se ve requerida
y a sed; tada? Me han dicho muchas cosas, pero yo
nunca hice caso a nadie.
A ls