Strickland fué en busca de su abrigo y sombrero y bajó a
reunirse con Ariadna y la “prima donna”, que ya le aguarda-
ban en su auto. Dió las señas del club adonde iban, se sentó
frente a las damas y el vehículo partió.
Ariadna se inclinó hacia él.
Juanito: te has portado como un cochero con mi amigo
León—le reprochó.
—No lo creo, muchacha. Lo que he hecho era lo que debía
hacer; le he tratado como se merece. Es posible que esta misma
noche te convenzas de ello,
Strickland estaba seguro de que Bachilena iría a ver a Co-
rina para enterarle de lo ocurrido en el banquete.