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CAPITULO IM
EL TIGRE
Cuando al día sigmente, por la mañana, salió Strickland a la
galería a tomar el desayuno, vió a dos indígenas desconocidos,
sentados en el suelo, y nc había terminado su primera comida
del día cuando apareció el capitán Thorne por la verja del
jay dín.
—Estos do:—-dijo al acercarse al coronel—son los “shika-
ris” de Wingrove. Ayer el tigre mató a un toro a pocos kiló-
metros de un poblado, en la jungla, por consiguiente no hay
duda de que esta noche no la pasará usted en balde.
Los “shikaris” le guiarán a usted hasta allí y construirán
el “machan”. Por la mañana regresarán en su busca. Conviene
que almuerce usted temprano, pues desde aquí al puesto hay
cuatro horas de marcha.
Bajo el ardoroso sol tropical, Strickland emprendió ?a jor-
nada a primeras horas de la tarde, acompañado de los dus “shi-
karis” y de otros dos indígenas cargados de tablas, con los
que habían de construir en un árbol la plataforma en donde ha-
bía de estar de espera toda la noche. Caminaron al principio
por senderos abiertos en la selva y más adelante abriéndose paso
por entre ásperos matorrales compactos como si formaran infran-
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