hunciaban las palabras que constituían la
Oración pero la mente no las repetía.
Fué preciso dejar el libro sobre el recli-
hatorio y sacar del seno el billete.
Y allí mismo de rodillas ante la imagen
de la Virgen, leyó doña Inés el primer bi-
llete de Vasco.
¡Cosa admirable
Sin que sus labios se agitasen casi; ni una
sola frase de aquel billete dejó de grabarse
en la mente de la hermosa.
'Otro día, cerrada ya la noche, Vasco es-
taba al pie de aquella ventana que tanta
conocía.
Un ruido, casi emperceptible para cual-
quiera otro que no fuera él, llegó a sus
Vídos, haciéndole alzar la cabeza.
Una blanca sombra apareció en la venta-
ña para desaparecer casi en seguida.
Y un objeto diminuto cayó a los pies del
thamorado doncel.
z
Era la primera carta de doña Inés.