A «q
—Atadile al palo mayor y que se le arca-
bucée.
—¡ Cobarde! —rugió Vasco al sentirse pre-
so y desarmado.
—¡Señor—eritó Sélica arrojándose a los
l o
pies del almirante, —calma tu enojo!
¡Don Pedro—dijo con suplicante tono
1
doña Inés, —apiadaos de é
No; que se cumplan mis órdenes—man-
1£ .1 1 A
dó con vibrante voz el almirante,
Pero su voz se vió ahogada por un singu-
lar estruendo de armas, gritos e imprecacio-
nes.
tra unos
cía la in pinada contus
Una horda de indios salvajes ¡acababa de
asaltar el buque por todos lados.
En un momento quedaron todos los tripu-
lantes en poder suyo.
La escena que siguió fué horrible.